¿Quiénes somos los laicos?

Por Luis C. García Correa
¿Quiénes somos los laicos? Usted, el vecino, el amigo, yo, y el resto de la humanidad que no pertenece al clero o jerarquía de una iglesia, ni ha recibido ninguna consagración religiosa.
¿Qué representamos los laicos en la vida personal y social? ¿Es un anónimo y despistado ciudadano? ¿O somos personas que con corazón y alma vivimos de acuerdo a nuestros valores, creencias y esperanzas y somos un apoyo de la sociedad?
¿Quiénes somos los laicos en la sociedad actual?
Usted podrá ayudarme y decirme: ¿Qué es y qué hace en su familia? ¿Qué es en sus estudios, en su trabajo? ¿Qué es con sus amigos? ¿Qué es en su sociedad? Le deseo que no sea como esas personas pasotas que viven tan solo para sí y los demás no significamos nada. Seguro que no es así. Pero ese riesgo existe.
¿Quién es usted y qué hace con su vida? Claro, si nos lo quiere decir. Su aportación nos ayudará a todos. Gracias.
Ya hay suficientes preguntas para los demás. Ahora me las hago a mí mismo por responsabilidad y por tratar de hacer lo que pido a los demás.
Trataré de contar lo que he pretendido y pretendo hacer con el resto de mi vida.
Los años y las vivencias junto con los valores y creencias que me gravaron a fuego mi familia, han dirigido mi vida, y, aunque he cometidos muchos errores y pecados, he intentado llenarla de valor y contenido, he pedido perdón de mis errores concretos a las personas afectadas y he tratado y trato de reparar por ellos. Algo que tengo que hacer con cierta frecuencia.
Soy un laico convencido de que la vida es algo maravillosa y que tenemos enormes posibilidades de darle valor y contenido tratando de ser consecuente con la honestidad, la humildad y con el AMOR Y AMISTAD, para que así podamos realizar hechos que llenen nuestra vida de valor y contenido.
Creo, firmemente, y sin resquicio, que todos ocupamos un lugar único y privilegiado en la vida personal, familiar y social, y que si desperdiciamos las ocasiones de la vida nos convertimos en esclavos de otros que dirigirán nuestras vidas, por nuestra falta de honesta participación y unión.
Quién está solo, deseando estar solo, está sometido a los embates de la soledad.
Si vivimos como esclavos, sin libertad y sin opinión y con hechos que no valgan la pena, hemos desperdiciado lo que nunca regresa jamás: el tiempo y las oportunidades de ser quien debemos ser.
Los clérigos y consagrados tienen sus valores, creencias y obligaciones bien definidas.
Los laicos tenemos la oportunidad de realizar nuestra vida en medio del torrente de la sociedad y de sus problemas, con la libertad que se nos ha concedido y la capacidad de decidir lo que hacemos en todo momento.
¿Cuál y cuáles han sido mis oportunidades y circunstancias? ¿Qué he hecho con ellas? ¿Las he desperdiciado o he tratado de corresponder a esos valores y a esa responsabilidad? ¿He desaprovechado mi vida o he tratado de llenarla de valor y contenido? Mi falta de imparcialidad me impide juzgarme con objetividad, aparte de los errores y pecados que he cometido y que han lastrado mi vida.Pero siempre debo reflexionar sobre lo hecho y lo omitido. Y sobre las cosas buenas que afortunadamente las hay, siempre que he tratado de corresponder a esos valores y creencias, habiendo pedido perdón.
¿A qué viene todo esto? A que el resumen de mi vida ha sido amar y con pasión a mis congéneres y al hábitat natural.
Ese AMOR Y AMISTAD al ser humano y al hábitat natural me ha impulsado a tratar de ser un laico activo buscando y ayudando en lo que he podido a los demás. En eso sigo hasta que la muerte me lleve.
En el ocaso de mi vida, miro hacia atrás y veo errores y pecados y éxitos que me dan la esperanza de morir con cierta tranquilidad, esperando, lógicamente, en la misericordia infinita de La Santísima Trinidad, para que borre y perdone los errores y pecados y escuche mi profundo arrepentimiento, y porque aun viviendo sigo amando, con pasión, a mis conciudadanos y al necesario hábitat natural en el que vivimos. Por encima de todo, adoro a la Santísima Trinidad y reverencio a la corte celestial.
Los laicos estamos llamados y obligados a ser solidarios con nuestros conciudadanos como con el hábitat natural. ¿Lo cree usted también? ¿A qué ha dedicado y dedica su vida de laico? ¿Qué representamos los demás para usted?
Sus respuestas nos son absolutamente necesarias para poder juntos ser felices y libres y llenar la vida de valor y contenido, y no morir en la soledad del olvido por haber sido insolidario y despreocupado.
La vida tiene un fin, una meta y contenido. Según hayamos elegido y hayamos actuado habremos podido llenar la vida de valor y contenido, o haberla dejado en vacío.
Los laicos, y en especial usted, yo, la mayoría, definimos la vida propia y la de los demás. Porque todos tenemos la oportunidad de influir y ayudar a los demás.
La felicidad no es singular. La felicidad es la suma de hechos y vivencias compartidas con los demás. Nadie es feliz en la soledad.
Lo dicho aquí es mi larga experiencia, que necesito compartir para poder morir en la ambicionada y deseada paz con Dios.
Todos, creyentes o no, estamos llamados a la santidad.
La santidad es tener la conciencia tranquila de habernos comportado como laicos con honestidad, solidaridad, humildad, AMOR Y AMISTAD y haber compartido nuestra vida y valores con los demás.
Los demás somos TODOS.
"¡Me he alargado más de lo acostumbrado, y ha sido por creer que es tan importante que seamos unos honestos ciudadanos, unidos y participativos y vivamos para crecer en valores, ayudar a los demás, y compartir la felicidad y la libertad!"
Reitero mis disculpas por la extensión del contenido, pero creo que es una necesidad tratar de exponer la importancia que es llenar nuestra vida de valor y contenido y morir con un inventario de hechos y no de vacíos.
La vida es muy corta para desperdiciarla en cosas y hechos que no perduran en el tiempo.
Los laicos somos la esperanza para un mundo mejor en el que usted está en primera fila.
No desaproveche el tiempo en progresar como persona, y ayudar a los demás, y su vida la habrá llenado de valor y contenido que es el mejor inventario al que puede y debe aspirar.
¿Quiénes somos los laicos? Usted, el vecino, el amigo, yo y el resto de la humanidad, menos los clérigos y los consagrados. Ellos y todos nosotros estamos llamados a ser santos a los ojos de Padre Dios.

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