Las Asociaciones y sus dirigentes

 

Por Luis C. García Correa  

Toda Asociación tiene dos elementos: personas y metas. Si alguno no funciona, o funciona mal, la Asociación se convierte en una entelequia.

         Las causas que con más frecuencia conducen a la inoperancia o a la desnaturalización de las Asociaciones son tres: la falta de participación de los asociados, la politización partidista o la instrumentalización utilitarista.

         “¡Algo tan grande como la unión de vecinos, puede llegar a no tener valor, o incluso a ser nauseabundo!”

         Aferrarse a los cargos de representación pone de manifiesto falta de valores, mala educación y miedo a la participación.

         “¡¡¡Trabajar por los demás sin pedir nada a cambio es uno de los mayores honores, privilegios y alegrías que puede tener el ser humano!!!” Dichoso el que lo practica. Y la Asociación en que esto se practica puede considerarse muy afortunada.

         Anatema a quien prostituya una unión, aprovechándose del cargo en beneficio propio o en beneficio de una política partidista.

         Protegerse o ampararse en la unión para medrar, daña el honor de quien lo practica. Y pone en peligro el entorno asociativo.

         “¡Todos ejercemos influencia en nuestro medio!”  Puede ser buena o mala, depende de los valores morales o religiosos con los que actuamos.

         No basta con querer hacer las cosas bien. Las acciones tienen que ser buenas.

       Podría relatar muchos hechos que invalidan cualquier unión asociativa, en especial la de vecinos. Uno de ellos son las malas prácticas del dirigente deshonesto.

         “¡Las mujeres y los hombres podemos ser causa de alegría o de tristeza, luz u oscuridad, fuente de paz o de inquietud, fermento que esponja o peso muerto que retrasa y daña el camino de otros!”

         Unirse para el bien de la comunidad - que es su bien y es el mío-, es grandioso: vale la pena proteger y resaltar este valor. Lo contrario debe desaparecer: causa daños, algunos irreparables.

         La única compensación que recibe quien se une para trabajar por los demás, sin pedir nada a cambio, es la felicidad plena (y luego el cielo).

         “¡¡¡Bendito sea el que cumple con su deber de manera honesta!!!” Su magnánimo trabajo y su laudable comportamiento merecen el reconocimiento de la comunidad.

         La más enérgica condena a quien use mal de la unión de los vecinos.

         Ojalá el mal conscientemente hecho sea rechazado.    

         “¡¡¡Seamos, o, por lo menos, intentemos ser, aquello para lo que hemos nacidos: santos y felices!!!”       

La honesta participación es la solución. De usted y de mi dependen, también del vecino.


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