A propósito del centro sociocultural de Tamaraceite
Por José Juan Mujica |
Ya se iniciaron las obras. Es una excelente noticia para la Cultura, y muy especialmente y vinculada a ella, un paso de enorme trascendencia dado en nuestro barrio. No podemos menos que aplaudir con énfasis la puesta en marcha de una iniciativa tan importante en el vínculo con la expresión y el aliento de todos los manifiestos culturales de los pueblos y de sus gentes. No cabe duda de que, una vez acaben las obras y se abran sus puertas tendremos la oportunidad de advertir un giro espléndido en nuestra precisa vecindad desde cualquier punto de vista educativo, científico, placentero y me atrevo a decir que hasta seductor. Por los inmensos valores humanísticos que propondrá este advenimiento, todos debemos estar de enhorabuena y ya habrá tiempo de agradecer, admirar y aplaudir aún más la idea, el impulso y la puesta en escena de esta magnífica realidad. No obstante, sí que veo imprescindible y necesario ahora, transmitir desde ya mi sincera felicitación al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria por tan atinado proyecto.
Ante una creación tan sobresaliente para Tamaraceite y, en consecuencia,
para su gente, sí que me gustaría poder hacer desde ahora mismo, desde un
principio que dé tiempo a estudiar todas las opciones posibles, una
imprescindible sugerencia. Puede parecer que lo estoy planteando demasiado
pronto, pero no, no creo que no fuera bueno, desde ahora, incluso con la puesta
de la primera piedra de tan grato edificio, ir pensando ya en el nombre con el
cual se habrá de simbolizar su bautismo y su historia en todas las épocas
venideras. Simplemente ir dando forma a la idea de que el centro sociocultural
de Tamaraceite pueda ostentar una nominación, exhibir un sustantivo propuesto
por las tesis de dos sencillas palabras tales como son memoria y gratitud.
Ésto nos debería invitar a que mirásemos un poco hacia atrás para buscar
en el recuerdo a las personas que ya no están entre nosotros y que, sin
embargo, sin proponérselo y sin saberlo, hicieron méritos suficientes para que
hoy pensemos en la idea de adornar con uno de ellos el frontispicio de ese
templo que hoy nos regalamos. Gente que en distintas magnitudes vinculadas con
el arte y la cultura se manifestaron en sus ciclos vitales poniendo un tono
alto de color a toda una serie de valores que hoy Tamaraceite lleva y exhibe
con naturales gozo y orgullo. Cualquiera de esas personas que, como todos
nosotros, fueron vecinas del barrio, o vivieron aquí o lo amaron
compartiéndolo, merecen que su imagen y su recuerdo sea tenida en cuenta a la
hora de decidir el modo en que ha de llamarse ese solemne recinto.
Estoy seguro de que se me olvidarán bastantes, pero en una espontánea evocación ya me salen
algunos que a continuación propongo. A partir de ahora pretendo hacer un análisis más reflexivo en el cual encuentre otros nombres que estoy seguro se me han quedado en el tintero. Del mismo modo y junto con los que ahora mismo traigo en la memoria, también en un posterior artículo referiré de cada uno las razones que me mueven a considerarlos merecedores de este regalo que para ellos y para nosotros propongo. Me referiré a personas extintas, ya que creo que deben ser éstas las únicas candidatas a esta deliberación; a esa gente que ya pasara antes, que por su significación, por su tránsito relevante y eminente en nuestro entorno, y también por supuesto, debido al indiscutible hecho de estar relacionadas con la cultura y el arte, creo que sería un acierto hacerles tal reconocimiento, así como ese magno obsequio.
Vayan pues estos nombres estrechamente vinculados con Tamaraceite y con cada uno de nosotros:
Jesús Arencibia, Antonio Arencibia, Raimundo Gutiérrez, María González, Manuel Cabrera...
Sería enriquecedor el hecho de que cualquier amigo lector que se haya
interesado en este asunto y tuviese en su mente algún otro personaje que traer
de su recuerdo, lo hiciese a través de un comentario en este mismo artículo. Es
una bella forma de mostrar desde la evocación a quienes se tengan merecido
permanecer para siempre entre nosotros.
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