Los demás

Por: Pedro Domínguez Herrera

La vida se nos va en atención a los demás, en ellos recae todo lo gravoso de nuestra existencia, siendo a veces incapaces de reconocer, que casi todo lo que somos se lo debemos a ellos: No soportamos otras políticas, otras religiones, otras ideas o formas de ver que no sean las nuestras y no reconocemos, que repugna lo ya probado, o  por temor a ser afines a lo que no queremos. Odiamos el egoísmo, cuando somos egoístas y a la vez pobres. Dejando a un lado lecciones de sicología para los doctos en estos temas, la razón de este escrito, es para reconocer cuan equivocado  he estado, así como muchos, con respecto a los demás. Me sorprende el cariño desinteresado de los demás, el gesto inteligente, la capacidad, la profesionalidad. Hasta hace poco, todos eran iguales, como un murmullo humano que me rodeaba. ¿ Quizás por una imperiosa necesidad de mantener el absurdo ego en todo lo alto?,  ahora considero cuan bajo estaba el nivel, ¡cuanta miseria!
El sí, pero..., ha funcionado siempre, ante todo y todos los que nos pueden aventajar, y no vemos más que lo que desvirtúa al otro,  que a su vez, no es mas que uno más, en esta peripecia que es la vida, en la que en definitiva estamos todos, y así, para toda suerte o valor, hay una contra o rebaje. Todo es atacado, las creencias, las ideas, las aficiones. Hay algunos gustos y apreciaciones que se respetan, el de las comidas, nadie discute ni trata al otro de tolete por no gustarle el pescado salado, los callos, los dulces…y hay otra apreciación que no contaminamos a nuestro valor y deseo, es cuando vemos al otro como un engreído y totorota, casi nunca se falla.
Si observamos a los demás en las aglomeraciones, en los paseos que hacemos en la guagua, nos estamos viendo a nosotros mismos. En la juventud vemos, la ilusión por vivir que teníamos y un largo preámbulo de tantas cosas agradables, tantas fantasías y amores y de los más mayores, sus torpezas, sus temores, su niñez, que les ha dominado siempre o la seriedad estúpida del docto o bien situado, como quien dice, ¡aquí estoy yo!
En definitiva, que me siento liberado de los demás, porque no trato de juzgarlos, porque he llegado al convencimiento, que hasta lo más abominable, sucede por que tenía que suceder, por la libertad que tiene todo tipo de suceso, porque el Dios que veneramos, es Dios de lo posible; que libera sus axiomas en lo creado, lo que nosotros no podremos nunca comprender. Por tanto todo tiene su razón de ser y hasta serían justificables ciertos sucesos, por mucho que nos horroricen y duelan. Por lo dicho y aceptado y en busca de mi norte; ya no necesito que me quieran, sino  los que yo quiero, ni me importa que me valoren. Cuando salgo a la calle y me encuentro un equivocado como yo estaba, mejor que ni me vea, bueno no me ve, porque el ve lo que quiere ver y no a mi persona, que se ha liberado milagrosamente de compararme con los demás, para, !por fin ser yo mismo!

Comentarios

Sergio Naranjo ha dicho que…
Como pananteísta que soy, no venero a un Dios del que me considero parte, pero a quien no considero persona en sí mismo.
En todo lo demás, la definición del estado personal al que dices haber llegado, la comparto al cien por cien.
No siempre sale así, muchas veces caes en aquello de lo que reniegas, pero cuando consigues estar donde tú quieres, entonces, amigo Perico, eres feliz.
Y yo que me alegro.

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