DESDE LA POBREZA Y LA IGNORANCIA

Por Antonio Domínguez
Fuera de toda arrogancia, con la no facultad, desautorización, incapacitación…, que me confiere mi prisionero pensamiento y determinación; que ésta última (determinación) sí que es libre mientras no es descubierta. Anda huida y desertora en los derroteros más inaccesibles. Haciendo uso de esa carcelaria libertad condicional a la que ni un sólo humano deja de estar sujeto –de nada vale tener el culo azul- con el añadido de que las condicionalidades son asediadas por visiones y sombras, pero muy desconocidas, a la vez su naturaleza, procedencia y condición. Les digo por si acaso, que nadie tiene más enfoques que otro para ver exhalaciones pasar, garabatos cambar,  y asuntos que pongan a prueba bondades de a priori besar. ¡Seguro!: de humano es herrar y de burro es ser herrado.
Porque la casi libertad a que antes me refería, de la que todos disfrutamos, en el reparto de la misma y por desgraciada  naturaleza, a mí me tocó una parte pequeña y así lo creo (jamás me he sentido feliz, excepto en los leves momentos del frenesí). Por eso y además no he sido libre tampoco: he sufrido una dictadura enquistada, hoy, llevada en heredamiento,  y de acerba naturaleza durante todo su yugo y arados. Como consecuencia siempre he padecido de cortedades de dinero, soportables y a veces solas de “tirandillo”. Por lo que me atrevo a decir que me desheredó la naturaleza de comodidades y bienes; sin ninguna seguridad, o como mínimo sin la seguridad  que pudiera resultar del análisis exhaustivo de lo material, o desde el convencimiento siempre lícito y creído en un análisis espiritual, flexible celeste, que al mismo tiempo tiene que ser grandioso en el aspecto terreno; y omnipotente y eterno en el cielo, para ser diferenciado del estadio impío siempre en su orfandad de contundentes evidencias axiomáticas, donde cabe casi cualquier criterio; necesariamente humano, precisamente por la vanidad, levedad y finitud de la materia; y la pedantería de la palabra que no sea  cursada con Dios (oración) donde solo puede caber criterio divino. Digo a pesar de todo que me tocó una porción pequeña. Pero que no crea nadie tener grandes posesiones e influencias en la caprichosa diosa razón-libertad que cuando más tranquilo se está y se vive con ella se escapa de las manos y “se va a engañar a otros”; que siempre se presenta como libertad, y no la es, porque cuando se apodera de la persona la incita, la excita y la complica en el libertinaje, o, lo que es lo mismo, a mamporrero de regímenes, servidor de dictaduras, portavoz-anunciador-pregonero de religiones y buenas nuevas y etc..
El pensamiento en mi opinión, es en sí mismo un mecanismo automático, tozudo, aunque esté inmerso en el amniótico mar de la mesura que quiera adoptar, aparentar o lo que sea. Aunque salga resucitado de este imaginario océano el pensamiento, vestido de Inmaculada blancura como la mitificada poetisa Alfonsina, tiene una construcción equis que es inamovible y dará solo para  lo que da. Cuando es excesivamente buena la construcción cerebral se ven desde muy lejos los asuntos  y son demasiados los procesos mentales de distinta índole, se viven muchos quebraderos de cabeza cuando se es un hacha. Cuando es más o menos mediana en calidad la construcción también se pasan quebraderos de cabeza porque no se alcanza a comprender muy bien, lo que uno necesita entender a toda costa. Y cuando es pobre  la casa, allí dentro ya no se puede predecir nada, puede pasar cualquier cosa y también se viven por supuesto bastantes quebraderos de cabeza. ¿En cuál de los tres extremos está la locura? Yo eso lo sé, pero lo omito por no ofender, porque no hay mayor loco que, el que hace su deporte en la ofensa; dando reveces de mano (atemorizándoles) a pobres diablos; sin más delito que el haber nacido… que ya por lo visto es un pecado. Después de la politraumatización del parto, rápidamente le endiñan un pecado “original” ¡¡…que joderse!! Sin dar tiempo a que se empiece a respirar, se comienza la fabricación de un acólito captado, mansurrón qué, por manipulado, desalado. 

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