Amar a Dios sobre todas las cosas, y en todo momento

Por Luis C. García Correa
Amar a Dios sobre todas las cosas, y en todo momento, es la gran virtud de los santos de altar.
No estamos obligados a tratar de ser santos de altar, pero si a ser santos de andar por casa.
“¡Los santos de andar por casa son los que pasan a nuestro lado, y no nos damos cuenta, pero ahí están!”
“¡Trate de ser santo de andar por casa, y la luz le brillará para indicarle el camino que debe recorrer sin mirar atrás!”
“¡La vida es la gran oportunidad que tenemos para ser santos de andar por casa!”
“¡La vida, ese momento trascendental y vital, es la gran oportunidad de hacer y repartir el bien sin mirar a quién!”
Nuestro prójimo sigue siendo nuestro amigo, nuestro vecino más cercano. Conocido o desconocido.
“¡Considere a quien pase a su lado como un amigo, como su prójimo más cercano!”
“¡La vida nos ofrece miles de oportunidades maravillosas de amar y ayudar a nuestros prójimos más cercanos!”
“¡Ame, y con pasión, a su prójimo más cercano, y estará en el camino de la santidad, pudiendo llegar a la santidad de altar!”
“¡Siempre tenemos oportunidades de servir, de ayudar a los demás!”
Desaprovechar las oportunidades que a diario nos ofrece la vida, es ir vaciando de contenido nuestros días.
Padre Dios nos ofrece estas oportunidades cada día, y debemos aprovecharlas  para llenar vacíos, que nos irán impulsando a ser, cada vez, mejores, y seguir en el camino de la santidad.
“¡Amar a Dios sobre todas las cosas, y en todo momento, y viviremos la felicidad del santo, y la libertad del privilegiado!”
Padre Dios nos dio la libertad para hacer, mediante la propia conducta y el deseo, el bien o el mal.
“¡La elección que hagamos será la consecuencia del amor que tengamos a Padre Dios sobre todas las cosas, y en todo momento!
Así sea, y así será.

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