¡Y Él estaba allí!

 

Por Jesús Vega Mesa 

Aquel  chico entró al edificio de Cáritas muy enfadado, justo cuando estaban cerrando la puerta: 

-Es que ustedes sólo ayudan a los moros y a los de aquí nos dejan tirados. Roberto, el voluntario,  le calmó y le explicó que no, que no es así. Que a nadie dejan tirado. Y que la mayoría de las personas a las que se atiende son de aquí, de nuestro pueblo. Pero que cáritas no mira la nacionalidad, ni la religión, ni la raza ni el sexo. Se ayuda a personas necesitadas.  Y con los medios que tenemos. 

Y allí yo vi que estaba Jesús.  En el joven enfadado, porque en los pobres está Él. Y en quienes, voluntariamente, ayudan a los demás. Allí, sin duda, estaba Él. 

Un grupo de hombres y mujeres se reunieron para organizar la  alfombra el día de Corpus. Hablaron del dibujo y dibujante, de los colores, de la sal que iban a utilizar, del tiempo que necesitarían. Una alfombra bonita para recibir a Jesús en el Pan de eucaristía. Porque también allí, en el Pan consagrado, está Jesús. Y aquellas manos que se preparan para expresar su cariño  al mismo Jesús que caminó por pueblos y ciudades y que ahora sale a nuestras calles humildemente, dejándose llevar. Allí, qué duda cabe, estaba Él. 

Tres amigas  marcharon a la península a un santuario dedicado a la Virgen. Más por curiosidad que por sentimiento religioso. Eran miles las personas que querían  acceder a estar cerca de la imagen de la Virgen y todo marchaba muy lento. Pasaban ya las 12 de la noche y desistieron en su idea. Se marcharon y, muy cerca, se sentaron en  un banco en la plaza. Una señora se acercó y ocupó el único espacio que quedaba en el banco. Ellas contaron lo que les pasaba y la mujer les dijo: Vengan conmigo, síganme.  No tengan miedo. Y en medio de la multitud las fue llevando al interior del templo sin que nadie les negara el paso. Les buscó un sitio que nadie había ocupado. Y cuando la imagen de la Virgen  empieza a salir, sorpresivamente, se detiene frente a ellas unos minutos. Las tres amigas agradecen emocionadas el gesto. Y la señora que les ayudó se despide diciendo: Ustedes hagan lo mismo, ayuden a quienes puedan.

Y ellas, impresionadas,  se miraron diciendo. Algo especial ha pasado aquí. 

Y es que allí, no lo dudo, estaba ella. Estaba Él. 

Cada día puede uno encontrarse con el Señor así. 

Y es que donde hay amor, allí está Dios. Lo dice la Biblia. 

Escuché  una  canción de Rozalén  que, entre otras cosas dice: 

el mundo está lleno

De mujeres y hombres buenos

Así que le canto a los valientes

Que llevan por bandera la verdad

A quienes son capaces de sentirse en la piel de los demás

Los que no participan de las injusticias

No miran a otro la'o

Los que no se acomodan

Los que riegan siempre su raíz...

Así que le canto a los coherentes, a los humildes que buscan la paz

A los seres sensibles que cuidan de otros seres y saben amar

A todos los que luchan por nuestros derechos, miran a todo hombre igual

A quienes no me juzguen y quien esté dispuesto a compartir

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