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La agricultura ha vuelto a resurgir en Gran Canaria debido a la crisis económica. Con los primeros embates del cambio de ciclo en la construcción, muchos, tras perder el empleo se acercaron a las fincas de plátanos o tomates en busca de un salario de peón agrícola, pero a medida que los efectos se han agudizado la opción de convertirse en agricultor y plantar papas, calabacines, judías, frutales o forrajes se ha extendido. Más de 240 fincas abandonadas han vuelto llenarse de surcos en la Isla desde el pasado año hasta ahora. Pero, mientras en 2009 fueron unos 200 los terrenos recuperados en Gran Canaria, este año la apuesta por el campo marcha con cierto ralentí y sólo en unas 40 explotaciones reaparecen las semillas.La Consejería de Agricultura del Cabildo de Gran Canaria, que dirige Demetrio Suárez, destinó el pasado año 90.000 euros a ayudar a todos aquellos que se atrevían a arrendar tierras para plantar. En realidad, la partida también buscaba propiciar el cultivo de forraje. Pero en este ejercicio, tras el recorte aplicado por la corporación insular en la inversión, esta partida se rebaja a casi la mitad, unos 50.000 euros que aún no se han distribuido. La subvención se eleva a 1.600 euros por hectárea, si bien para cobrar hay que justificar que se ha arrendado el suelo y mostrar todas las facturas de la maquinaria que se ha comprado para la labranza.Cristo Moreno es uno de los nuevos agricultores de Gran Canaria. En 2009 decidió arrendar una finca de 26.000 metros cuadrados en El Agujero (Gáldar) para plantar papas. Antes de percibir ayudas del Cabildo, había destinado sus ahorros y también una aportación de su padre a preparar el terreno y a adquirir un tractor. Unos 420 kilos de tubérculo plantó en la primera cosecha, y hace unas semanas acaba de recoger la segunda y según señala "la tierra se da bien". Para que las seis fanegadas fueran una amplia extensión derribó paredes y rellenó con tierra los desniveles entre las diversas parcelas, que antes se dedicaron al cultivo de flores.MAL PAGADO. Pero Cristo Moreno coincide con Nicolasa Sosa, también de Gáldar, que de la misma forma ha decidido vivir del campo, en que se trata de un "trabajo mal pagado" porque les pagan 50 céntimos por el kilo de papa que luego cuesta al consumidor 1,20 euros, y por los calabacines 15 céntimos y también los precios en el mercado llegan a 1,20 euros. "El que más arriesga y trabaja es el que menos cobra" señalan en declaraciones hechas cada uno en sus fincas. Nicolasa Sosa cuenta que ha trabajado en una cooperativa de flores, de camarera y, que al perder su último empleo en un supermercado en Fuerteventura decidió recuperar unas tierras de un familiar en La Dehesa. En los 10.000 metros cuadrados en los que ya florecen papas y calabacines, explica que ha realizado varios cursos para ponerse al día en agricultura, pues su único contacto con el campo había sido a través de la cooperativa de flores. El terreno dispone de riego por goteo y también ha adquirido un tractor, porque el arado es algo que ya se realiza no con azada ni con animales. Aunque su marido le echa una mano, alega que la que se ha embarcado en esta aventura es ella. "Ahora tengo que estar cinco años plantando" comenta, pues al parecer ésta es una de las condiciones que fija el Cabildo a la hora de conceder las ayudas.

Fuente: La Provincia

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