Algunas consideraciones acerca de la honestidad

Uno de los valores necesarios para una convivencia feliz, es:  la honestidad.
Sin la honestidad la convivencia se vuelve amarga y desesperada.
Desde niño nace y se desarrolla la honestidad. La llevamos de forma implícita en nuestra alma y de la misma manera que crece y luce con la educación en valores, de la misma manera se oculta y no brilla cuando no hay educación.
La vida de cualquier pueblo tiene que estar fundamentada en la honestidad, si quiere que brille y les ilumine la felicidad. La honestidad comienza desde el momento que nos comunicamos.
Y la deshonestidad desde el momento que borramos los valores éticos y se desarrolla el materialismo.
No hay vida feliz si no está basada en la honestidad.
Por eso es tan importante. Nunca lo material rellena el vació de lo espiritual, y si no se llena con los valores morales, éticos o religiosos, la felicidad se convierten en momentos, en destellos que, muchas veces, nos creemos que vivimos la felicidad y lo que estamos es encandilados.
Caminar por el camino estrecho de los deberes, que lo es lleno de esplendor, produce a la corta y a la larga la felicidad del deber cumplido.
Cumplir no es sólo hacer lo que debemos, es ir un poco más allá.
Por eso la honestidad es absolutamente necesaria en la vida familiar, social, empresarial, en la vida religiosa y en política. Especialmente en política por el efecto multiplicador que tiene. Un político deshonesto reparte miseria a todos lados. Especialmente en esta época en que oigo y leo que: “todo vale”. Hay una parte, me parece, importante de nuestro pueblo que admite la deshonestidad, puede que hasta la envidie y admire al deshonesto.
Sentir el deber cumplido se sentirá en el momento de la muerte, hasta entonces tenemos que esforzarnos, día a día, hora a hora, minuto a minuto, en sentir la recompensa de lo bien hecho, y ello se consigue cuando la meta es Padre Dios. Él nos dirige, cuenta con nuestra libertad, pero si la basamos en el amor a Dios y al prójimo, la libertad se convierte en el bien más preciado, fundamenta todos nuestros actos y quedan dirigidos a Padre Dios, que los bendice, y la recompensa será Su contemplación cuando crucemos la frontera del Más Allá.
Vivamos siempre dispuestos a servir y aceptar, con profunda humildad, al ser servidos.
Lloremos nuestros pecados y enjuguémoslos en el amor a Dios y al prójimo. Entonces viviremos la recompensa debida al buen trabajador, que se merece su paga.
No sé si he podido decir y transmitir la grandeza de la honestidad, su necesidad y la belleza del buen hacer, y todo siempre servirá si está marcado con el fundamento de la humildad.
Y en acabando esta dicción, roguemos a Padre Dios siempre ilumine nuestras mentes y nuestros corazones para que de ellos brote la bondad del bien hacer y todo esté coronado con la corona imperial de la honestidad.
Gracias Padre Dios y la Santísima Virgen por habernos dado la riqueza de la palabra y del buen hacer, para que siendo honestos la felicidad sea nuestro estado natural, para hoy y siempre, y la podamos repartir a todos de aquí como de acullá. De nosotros depende.

Luis Cristóbal García Correa y Gómez

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hello I do not agree with all of you!

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