Hipocresía disfrazada de política

Por: Tomás Galván Montañez
Lo que me mueve a escribir el artículo de esta semana no es más que la desazón generada por la incomprensión cada vez mayor hacia los que dicen hacer política. Una realidad, la del despiste, que se extiende entre los “representantes del pueblo” que no tengo por menos que censurar desde la privilegiada situación de ciudadano y aspirante a periodista. De ahí, de mi compromiso, nace la crítica que expongo en las próximas líneas y que no busca más que un hueco entre las ideas y opiniones de cada cual.

En las últimas semanas, con acentuación notable en los últimos días, hemos venido asistiendo al desvarío de la clase política en España. Delirios reprobables, curiosos, insostenibles, censurables pero, sobretodo, insultantes para los ciudadanos españoles que ven como los políticos que han sido elegidos democráticamente, con el respaldo de los votantes, juegan al despiste y al común «tú más».

Comienzo a ejemplificar. España vivió la pasada semana el mayor ajuste de la historia de la democracia y con el que se pretende ahorrar hasta 65.000 millones de euros. Medidas que el mismo presidente del gobierno, Mariano Rajoy, ha calificado de «impopulares». Y no es para menos.
Tras la aprobación de los ajustes en el Congreso de los diputados, la bancada popular aplaudió la intervención de Rajoy, según ellos, para «apoyar al presidente» en un momento difícil. Esa reacción fue criticada por inoportuna, pero sin duda lo que pasó a la primera línea del debate público fueron las palabras de la diputada Andrea Fabra, que mientras aplaudía espetó un vehemente «¡que se jodan!». Un exabrupto interpretado de mil formas, pero siempre criticable por grosero, impertinente e irrespetuoso, ya fuese dirigido al PSOE o a los ciudadanos. Debido a la irresponsabilidad de sus palabras, el Partido Popular amonestó a la diputada por escrito por conductas «completamente impropias» y que afectan al «decoro y dignidad» de la Cámara, según se comunicó el portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso.
No se puede permitir, que una política, en el Congreso, con la importante labor de representar a la ciudadanía, ose a pronunciar tales salidas de tono.
 
Pero la palma a la irresponsabilidad se la lleva la número dos del PSOE, Elena Valenciano, quien afirmo sin titubeos que ellos «no son responsables de la situación actual» que vive España. Sí, lo dicen ellos, que estuvieron siete años al frente de un desgobierno. En un primer momento pensé que podría tratarse de una broma del día de los Inocentes, pero el calendario me arrebató aquella ilusión. Ante tal despropósito, frente a afirmación tan irrisoria, me reafirmo en que la clase política ve a los ciudadanos como imbéciles, o no entiendo entonces los continuos insultos a nuestra inteligencia, cualidad, por cierto, de la que muchos carecen. Y no lo digo yo, se delatan ellos mismos, además, en diversas ocasiones.

Desde un primer momento he tachado y censurado la actuación de Andrea Fabra, pero eso no deja de reducirse a lo anecdótico. Muchos pedían su dimisión, pero me pregunto yo qué medidas tomar entonces hacia aquellos políticos irresponsables que atentan con principios y evidencias claras, como la señora Valenciano.
Lo que está sucediendo en estos momentos me preocupa profundamente. También me avergüenza. Son los mismos políticos quienes están distorsionando la imagen de la política, que no es otra cosa que la herramienta de la democracia. Como tal, ha de salvaguardar a los ciudadanos, sus derechos, sus intereses y la resolución de conflictos de la manera más acertada. Pero la verdad no es esta, incluso llega a sonar a utopía. Lo que se está haciendo actualmente no es política, sino un sectarismo ideológico e hipócrita cargado de doble (o tripe) moral que, desde luego, los ciudadanos no aceptamos. El ejemplo de la doble moral lo vemos a diario. Mientras se está en el poder todo se ve distinto a como se hace en la oposición. El PSOE se hartó de criticar a los populares tras ese sonoro aplauso la pasada semana, pero no se dan cuenta de que ellos, en 2010, tras la aprobación de los mayores ajustes de la historia hasta ese momento, también aplaudieron. No son los más adecuados para ir dando lecciones de moral. Y nos damos cuenta. Los políticos han de dar ejemplo en todo.

Los ciudadanos asocian política a corrupción, a riqueza a costa del pueblo, a intereses partidistas. Es normal que conciban esto así, porque es lo que se está viendo. Con este panorama lo único que se está consiguiendo es que el hartazgo social hacia la política sea manifiesto y mayoritario, desprestigiando a quienes sí hacen política en su sentido más fiel y riguroso. O a quienes quieren intentarlo, sin éxito. Cada ciudadano, desde sus principios y valores, critica evidencias. Y es un descontento generalizado.
Yo sí creo en la política y en los políticos, pero no en eso que nos venden bajo otras banderas que esconden más hipocresía que deseo de servir al país. En el momento en que los ciudadanos rechacen y cojan aversión hacia la política, la democracia se resentirá. Y tras la debilidad de la democracia llegan formas de gobiernos opresoras y totalitarias. No lo podemos consentir.

Ante tales dislates, me viene a la cabeza un grande del cine que me permito mencionar. Me refiero a Cantinflas, aquel hombre de eterna humildad que hablaba sin tapujos, con sinceridad y verdades por montera. Recuerdo una frase, donde aseguraba que los políticos «tienen que imitar en la búsqueda de cumplir con honor el deber de servir». Me quito el sombrero

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
TOTALMENTE DE ACUERDO CON TODO LO QUE DICES,USTEDES LOS JOVENES SON EL FUTURO DE NUESTRO PAIS.

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