La pérdida de la identidad

Por Luis C. García Correa
La identidad es el amor al lugar donde uno ha nacido.
La identidad es esencial para la felicidad y la libertad.
La identidad debe ser local, nacional y universal.
Quien no tiene identidad camina derecho al mal.
La identidad se crea y se cimenta en la niñez y se desarrolla a lo largo de la vida por los valores de honestidad aprendidos y heredados.
La identidad no se improvisa.
Todo lo grandioso no se improvisa.
La pérdida de la identidad es el origen de una enorme cantidad de males y desventuras que arrastran al odio, a la maledicencia y a la incomprensión del amor entre vecinos y convecinos.
¡La identidad se fundamenta en el amor a la tierra y al vecino!
La frontera de la identidad globalizada debería ser recorrer el mundo y darse cuenta que se llega al punto de partida. No debe haber frontera en la identidad globalizada.
Hemos de decirles a los jóvenes -también al resto– que vivimos un mundo afortunadamente globalizado. Tenemos que intentar que sea para el bien y no para el mal, y aquí tenemos que transmitir a los jóvenes esas creencias para que se conviertan en vivencias, en sus propias experiencias.
La pérdida de la identidad lleva a la pérdida del amor local, lo que arrastra al humano al sentimiento disgregador, independentista, y a la falta del respeto y amor al lugar donde nacimos.
La pérdida de la identidad aísla, recome y amarga la existencia.
¡La pérdida de la identidad es ser apátrida por propia voluntad!

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