Obligaciones temporales

Por Luis C. García Correa
El Concilio Vaticano  II se pronunció con estas graves palabras: “El  cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones con Padre Dios
 pone en peligro su eterna salvación”.
Quien no trata de santificarse -que no es una devoción sino una obligación-deja de aprovechar la inteligencia recibida, no santifica  a su prójimo, y no obedece a Padre Dios.
La vida, la libertad, los hechos y la experiencia, con honestidad y  por el
bien de los demás, dan la autoridad de la verdad.
La autoridad nos llega o por los hechos y la participación honesta que  nos puedan hacer merecedores de la maravillosa recompensa del respeto  y consideración social –que eso es autoridad- o por la delegación del pueblo que confía en nosotros.
Es una obligación de todo ser humano ganarse y tener -por la solidez  de nuestro honesto comportamiento- la solidez profesional, familiar,  social… que tiene todo el que tiene autoridad moral.
San Josemaría Escrivá dijo: “la competencia y la seriedad con que se  debe realizar el trabajo profesional se convierte así en un candelero  que ilumina a colegas y amigos”.
San Pablo escribió a los primeros cristianos de Filipo exhortándoles a  que viviendo en medio de aquella generación apartada de Padre Dios,  brillaran como “luceros en medio del mundo”.
Sin la honesta participación social (tan cacareada por mi), no hay solución a las obligaciones temporales.
Las normas y leyes de  convivencia no son otra cosa que la honesta participación.
Las obligaciones temporales son ineludibles e inaplazables.
Vivimos en un mundo con un porcentaje alto de pasotas e  individualistas, totalmente despreocupados, faltos de caridad y de libertad que están degradando no solo las necesarias, buenas,  cordiales y fraternales relaciones entre nosotros, sino que además  están destruyendo nuestro hábitat natural con todas las consecuencias  de inhabitabilidad del aún maravilloso Planeta Azul.
Hasta tanto no haya una mayoría de hábitatistas - y como tales  participativos y honestos– ni se cumple con las inexorables obligaciones temporales, ni se encuentra la felicidad y la libertad para la que hemos nacido.
Cumplir con las obligaciones temporales es hacer el bien personal y  social sin pedir nada a cambio, y es de donde nacen la felicidad y la  libertad.

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