“¡A LOS QUE TRABAJAN SIRVIENDO A LOS DEMÁS!”

Por Luis C. García Correa
Quiero hacer llegar mi eterno agradecimiento a todos los que trabajan sirviendo a los demás. No me cansaré de reconocer su entrega, su trabajo y su solidaridad.
El reconocimiento no basta. Es necesario darles la atención y los medios necesarios para que puedan resistir la tensión emocional que les arrastra sin cesar.
Los héroes del momento son reconocidos por el pueblo, pero ¿están bien pagados? ¿reciben la paga que corresponde al servicio fundamental que realizan? Porque ellos dan todo lo que tienen.
Exigir es muy fácil. Es un buen pretexto para justificar y para tratar de tapar la falta de honestidad, o de los conocimientos necesarios, así como para mantenerse en el puesto, libre de la responsabilidad que no se es capaz de asumir o de realizar.
Algunos y algunas han convertido la política en un “modus vivendi” y la han prostituido, por lo que son merecedores del desprecio y el vacío.
La política es el arte de servir a los demás. El verdadero político es el servidor del pueblo. Y lo digo por experiencia.
Hay quien usa la política para lucro y beneficio económico personal. O para tratar de imponer su voluntad.
Anatema a los malos servidores de la comunidad, que se llaman políticos, y en realidad son unos arribistas que, con su mala administración de los bienes, casi sagrados, de la comunidad, se aprovechan para vivir a su costa, aupar a familiares y amiguetes, para vivir del bote de la comunidad local y nacional.
Esos mal llamados políticos son la gran tara de la sociedad. Especialmente en momentos como el presente, en el que la gravedad es máxima: hoy, en medio del huracán de la pandemia, los seres humanos mueren  por la falta de conocimientos y de honestidad de los mal llamados políticos, incapaces de recurrir a los que saben para informarse.
Hay quien se siente el no va más, y ciertamente lo es: el no va más de la maldad.
Hay quien tiene la meta de destruir, y desde la política, y con cargos de responsabilidad, causa daños graves, que además afectan a numerosas personas, que no tienen recursos para librarse de caer bajo las garras del mal.
Mi eterno reconocimiento a los que trabajan sirviendo a los demás: gracias su dedicación, por su valor y por su amor desinteresado
Están realizando una labor impagable, y encima están mal pagados. ¡Qué responsabilidad para los que deciden la cuantía de las pagas de los que sirven a la comunidad!
No hay que esperar a que la historia juzgue a esas y esos traidores de la comunidad. Tenemos que desenmascararlos y arrinconarlos en el olvido, y en el desprecio, para que queden marcados por toda la eternidad.
Y dar gracias, de la forma más efusiva y expresivas, a quienes no solo están trabajando, sino que además entregan sus vidas por ayudar a los demás.
No podemos olvidar jamás a esas y esos maravillosos seres humanos, que tienen nombres y apellidos. Y debemos exigir que, al menos, tengan unos ingresos que les permitan vivir como se merecen.
Gracias por algo invalorable: por el amor y la dedicación a los demás.
Y a las y los traidores hay arrinconarlos, y que su condena sea para toda la eternidad. Apartarlos de la sociedad como indignos ciudadanos, y que queden marcados como ejemplo de indignidad, de aprovechados, de arribistas, y de enemigos de la sociedad.

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