Honores en vida

 

Por Luis C. García Correa 

¿Cuál es la razón por la que no se le dan honores a una persona en vida y sí después de muerta?

        Yo no lo entiendo y me produce pena porque después de muerto el homenajeado no puede manifestar su agradecimiento, su alegría y su responsabilidad. No puede mejorarse como persona.

        En cierta ocasión un amigo me hizo ver que los honores no se conceden en vida por razones preventivas: nunca se sabe si el homenajeado mantendrá la conducta que le hizo merecedor del reconocimiento.

        Respeto esta opinión, pero debo añadir que me parece una desconfianza y un paternalismo tremendamente egoísta y cicatero, porque los humanos siempre tenemos, y tendremos, tentaciones y podremos caer, y la gran virtud está en pedir perdón y en hacer el propósito de enmendarse.

        “¡No se es bueno por no caer, sino por levantarse siempre!”

        El arrepentimiento es el bien que premia Padre Dios.

        Por todo ello no me parece caritativo y agradecido dejar para después de muerto los honores, y no dárselo en vida, con la alegría que ello le debe causar al homenajeado: la responsabilidad que contrae hará que mejore como persona.

        También en el caso de que el comportamiento de un homenajeado fuese tan malo que llegara a escandalizar, creo que bastaría con quitarle el honor concedido. De la misma manera que se le dio, se le quita.

        Menuda vergüenza, debe ser espantoso.

        Pero ¿existen otra u otras razones para no dar homenajes en vida?

        Yo no lo sé. Agradecería a quien lo supiese me lo comunicase.

        Mi correo es lugarcorrea@yahoo.es

        Confío que las generaciones presentes y futuras sean agradecidas y humildes, para no desconfiar dando honores en vida para alegría del receptor y del dador, porque el que recibe se alegra y el dador se dignifica.

        Así se repartirá felicidad, que para eso hemos nacido.


        

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