“¡NO LOS CIUDADANOS CON LA ADMINISTRACIÓN, Y SI LA ADMINISTRACIÓN CON LOS CIUDADANOS!”

 

Por Luis C. García Correa  

“Los ciudadanos con la administración”. He oído esta frase en boca de una persona responsable, y me ha espantado. Me ha asombrado oír cómo sigue sucediendo lo mismo. La administración no está al servicio del ciudadano, sino el ciudadano al servicio de la administración, y esto es una aberración y una corrupción.

Todo, pero todo, tiene que estar al servicio del ciudadano. Todo se ha creado para servir al ciudadano, y la corrupción, los pasotas, los individualistas están apoyando esa monstruosidad, son el cimiento de ese malvado comportamiento.

Servir al ciudadano debe de ser la gran alegría, el gran honor y la gran satisfacción. Lo contrario, el que el ciudadano deba servir a la administración, es un pecado.

 Hemos nacido para ser felices y libres. Para ello una de las necesidades es que la administración sea ágil, atenta y efectivamente obediente al ciudadano.

La administración que no esté al total servicio del ciudadano es un poder perverso.

Un político con autoridad, dada por el pueblo, tiene que ser un servidor ágil, atento y efectivo del ciudadano.

De los mayores honores que tenemos los humanos es ser político, entendiendo por político al ciudadano que trabaja honestamente por el bien del ciudadano, sin pedir nada a cambio.

Servir honestamente a los demás, sin pedir nada a cambio, es el grado máximo de autoridad y de respeto.

La autoridad es el poder y el deber de ejecutar libremente lo honestamente ordenado por

el pueblo. La administración tiene autoridad cuando sirve honestamente al pueblo, sin pedir nada cambio. Cualquier modalidad de comportamiento diferente a lo que entiendo es autoridad, servicio a los demás, es a mi parecer dictadura pura y dura.

Quien oiga a alguien, con representación social (presumiendo de autoridad), diciendo “los ciudadanos con la administración”, sabe que vive en una dictadura, pura y dura. Tenía que haber dicho: “la administración con los ciudadanos”.

Creo que está lo suficientemente claro y esclarecido qué es autoridad honesta y libre y qué es autoridad dictatorial.

La honesta autoridad, como la honesta participación, y los entes públicos al servicio del ciudadano, son una consecuencia de un pueblo honesto y participativo. Hasta tanto no se logre esa participación seguiremos siendo esclavos en una seudo-democracia.

Hemos nacido para ser felices y libres, pero depende de la honesta participación suya, del vecino y mía. Hasta tanto seremos lo que somos: esclavos.

“¡No los ciudadanos con la administración, y si la administración con los ciudadanos!”

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