Todo sin terminar

Por Luis C. García Correa  

Un indicador de la educación, de la cultura y de la participación personal y social de un pueblo es comprobar y ver que se comienza alguna obra y se termina.

Un indicador de la mala educación, de la poca cultura y de la escasa o nula participación es que queda siempre un resto por hacer para terminar. "Todo sin terminar".

Hay grados de ese comportamiento de “todo sin terminar”.

¿Cuántas obras hay que se comienzan y ahí se quedan sin terminar?

¿Cómo hacer llegar este clamor a toda la sociedad y a los organismos públicos o responsables? No lo sé. Confío que estas palabras lleguen al mayor número de personas posible y nos demos cuenta de ese “todo sin terminar”, hasta para exigir el fin de lo comenzado y aún no terminado.

Por supuesto, no es lo mismo mejorar que terminar. Hay una gran diferencia entre mejorar y terminar, y la más definitiva es que el mejorar es cambiar algo terminado, y terminar es acabar algo comenzado.

Fijémonos, cada vez que salimos de nuestras casas, y miremos con ojos atentos a nuestro alrededor para ver si hay algo sin terminar y tratar de hacerlo ver para que se termine.

El mejor y más efectivo medio de reclamar es la educación. Lo digo, porque en los sitios que hay "todo sin terminar", hay, lógicamente, personas maleducadas, y reclamar es por contraste una forma educada de actuar y de protestar.

Acabemos con el “todo sin terminar”, para sentir la dicha y satisfacción de contemplar, nosotros y los que nos visiten, que somos un pueblo educado, respetuoso y minucioso que termina lo que hemos comenzado.

El terminar las cosas es un complemento de la vida para tener belleza y orden.

Que el “todo sin terminar” sea una frase a eliminar, para sentir la dicha del trabajo bien hecho y bien acabado. Que la cambiemos por el que “todo esté bien terminado".

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