Y después de tanto dolor...
En plena comida nos cogió a todos esta fatal noticia. Cuando comienzan a dar los primeros datos en los distintos informativos algo dentro de mí me decía que si daban siete muertos, esa cifra se iba a multiplicar por lo menos por tres o por cuatro. ¡Cuánto me equivoqué! ¡Estas cosas ya no ocurren en una sociedad avanzada como la nuestra! pensé en ese instante. Muchas cosas te vienen a la cabeza en estos momentos tan difíciles, sentimientos de impotencia y de dolor que ni por asomo quiero imaginarme el que estarán sintiendo esos familiares y amigos de los que en este avión siniestro viajaban ayer.¡Cómo te puede cambiar la vida de un momento a otro! Pasar de la alegría de las vacaciones, el verano y el disfrute y de pronto encontrarse con la desgracia y el llanto desolador. Y yo me pregunto una cosa ¿y todo esto para qué? ¿es en balde tanto dolor? Estamos en una sociedad en la que creemos que todo lo puede dominar el hombre, y por lo que vivimos ayer, está claro que esto no es así. Somos frágiles y nunca todopoderosos. El hombre y las máquinas se pueden equivocar. ¿Qué nos queda ahora después de tanto dolor y tanta imagen desgarradora? Pues la fe en Dios, quien la tenga, y aprender que las cosas no ocurren por casualidad y que todo, lo bueno y lo malo, como las fábulas, tiene una moraleja y la de este cuento triste y catastrófico también la tiene para cada uno de nosotros los canarios.
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