Ser un ciudadano

Por Luis Cristóbal García Correa.

Al ser ahora el oriente, el nacimiento de este nuevo año 2011 quisiera proponer una reflexión sobre lo que es ser ciudadano. Y lo hago tanto para ustedes como para mí.
Que no nos digan, y con razón, que decimos unas cosas y hacemos otras. Que no me digan que digo unas cosas y hago otras.
Somos ciudadanos por nacimiento. Y tenemos la obligación de comportarnos como lo que somos: miembros de una comunidad; o lo que es lo mismo: naturales o vecinos de un lugar.
De acuerdo a esta definición ¿Cómo entiendo yo que debe ser el comportamiento de un ciudadano?
Algo muy sencillo: vivir con otras personas.
Vivir con otras personas implica practicar unas normas de convivencia.
Para llegar a esas normas es necesario recordar el cimiento de todo ciudadano.
Todo ciudadano ha nacido de una madre y de un padre y, en muy buena parte, uno es fruto de la educación que ha recibido de sus padres.
El ciudadano es un ser con una vida propia, que deber tener la necesidad de compartir con los demás.
Compartir le obliga a participar en la vida familiar, social, y, si trabaja, en su ámbito profesional. Y hacerlo de acuerdo a unas normas éticas o religiosas.
Llamo egoísta al ciudadano que vive como si no lo fuese. Al que vive para si mismo. Al que no le importan los demás, y si los tiene en cuenta solo es porque los necesita.
Egoístas, pasotas y deshonestos. Estos son, a mi entender, los enemigos de los verdaderos ciudadanos.
Por desgracia, y espero estar equivocado, hay demasiados egoístas e insisto: son seres que no aportan nada a la comunidad y, por tanto, tampoco se aportan nada a sí mismos. No son felices porque la felicidad es compartir. Por lo general, el egoísta solo comparte aquello que es de su interés. Ni contribuye a la felicidad de los demás, ni encuentra su felicidad, porque no gusta lo que da sentido a la vida.
El egoísta se pasa la vida buscando y siempre está vacío. Se refugia en las cosas, no en los hechos. Consume, pues no sabe vivir.
Un pariente próximo del egoísta es el pasota.
Ambos, el pasota y el egoísta, representan a la perfección lo que no debe ser un ciudadano.
Nacemos con unos valores que llevamos impresos en el alma. Son valores para el comportamiento, que ayudan poderosamente al ciudadano, pero que se pueden inhibir, y casi desaparecen, cuando no somos educados.
Una educación es buena si fortalece esos valores naturales. A ellos habría que añadir los valores éticos o los valores religiosos, que son los que aportamos los padres.
Compartir, compartir y siempre compartir debe ser nuestra principal y constante preocupación como ciudadanos.
Compartamos lo que repartimos y recibamos lo que nos reparten los demás.
En definitiva: todos compartamos lo que damos y lo que recibimos. Y, lo que debemos compartir es la felicidad.
La ciudadanía tiene dos direcciones: la vida que doy y la vida que me dan.
Por eso el buen ciudadano tiene siempre el reconocimiento de los demás. Y siente esa dicha inenarrable de la consideración que le tienen.
Uno de los principales actos de un buen ciudadano es la sonrisa con el saludo; el comunicarse con los demás de forma honesta y educada, que es repartir la riqueza incomparable de la felicidad, que la damos y recibimos cunado somos buenos ciudadanos.
Quienes no saludan suelen ser personas mal educadas que, normalmente, no tienen la culpa porque no han sido educados por sus padres.
Nadie da lo que no tiene.
El buen ciudadano enaltece a sus padres, es un ejemplo para sus hijos, amigos, vecinos y para toda aquella o aquel con quien se cruza.
Su única paga es la felicidad.
La felicidad que reparte el buen ciudadano, es un bien incalculable en la sociedad, y, además, la suele recibir con creces, porque se lo merece.
El ser ciudadano es algo que vivimos a diario y en cada momento, y espero que esta exposición haya servido para aclarar, y no para obscurecer.
Tenemos que seguir siendo lo que hemos sido en Tamaraceite, y en todo este Distrito: hemos sido buenos ciudadanos y hemos contribuido al bienestar de los demás, y con ello hemos disfrutado del saludo y de la sonrisa del vecino, del ciudadano vecino que nos saluda y le saludamos.
Hemos repartido y recibido la felicidad, y, quizá hoy, como nunca antes, es imperiosamente necesario que seamos buenos ciudadanos y repartamos la felicidad.
Espero que también durante este nuevo año sigamos repartiendo la felicidad con nuestras vivencias, por las prácticas de lo que es ser un buen ciudadano y con ellas tengamos la suerte de recoger la cosecha invalorable de la felicidad, porque la hemos repartido.

Comentarios

E. María ha dicho que…
Me ha gustado mucho su exposición de Ser buen ciudadano ¡Ojalá sus deseos se cumplan! Buenos días.
Sergio Naranjo ha dicho que…
Feliz año, don Luis, y que siga escribiendo de esta necesaria manera.
Un saludo.
Anónimo ha dicho que…
Totalmente de acuerdo con sus palabras Don Luis. Mi respaldo a todas sus palabras. Feliz año.
J.Rodríguez ha dicho que…
Políticos como usted son los que nos harían falta en tamaraceite. Muchas gracias por sus palabras.

Entradas populares