La "Burrocracia"

Por: Luis C. García Correa y Gómez
No hay derecho a que algo tan necesario como los trámites ante las Administraciones Públicas se conviertan en un calvario.

Los organismos públicos están al servicio de la comunidad. Han sido creados para ayudar al ciudadano.
Es decir: los ciudadanos no estamos al servicio de la Administración. Nos limitamos a colaborar con nuestros impuestos, con nuestra educación y con nuestra participación.
Todos los organismos públicos, en especial los Ayuntamientos, se crearon para ayudar a los ciudadanos.
Por desgracia, en nuestros días la burocracia se ha convertido en lo que llamaría una “burrocracia”. Y esto hay que cambiarlo. Y cuanto antes.
La burocracia es inoperante por la lentitud de sus trámites, es cara y embrolladora.
El coste de personas, medios y dinero es insostenible. La Administración se ha convertido en una rémora social.
Y a veces está atendida por personas maleducadas.
¡Pobre de aquel que tope con un empleado, supongamos municipal, que no conozca su oficio y encima sea maleducado!
Es como si le hubieran caído todos los problemas del este mundo. “Vuelva usted mañana”, “le falta un papel”, etc. etc. Estas y otras estrategias de la inoperancia le conducen a uno por el camino de la desesperación.
Habría que poder exigir responsabilidad civil a quien, sin conocimientos, está ocupando un puesto público. Y no digamos si está en contacto directo con el público.
Y al contrario: cuando uno se encuentra con un auténtico funcionario, no sólo le resolverá el problema, sino que, además, se lo facilitará y seguro lo hará con educación.
Así es como tienen que funcionar las Administraciones públicas: con funcionarios eficaces y educados.
Funcionarios que funcionen.
Dios nos libre de la deshonestidad de aquél o de aquélla que haya utilizado su autoridad (casi sagrada) para el enchufismo.
No nos merecemos una Administración que exija cantidades ingentes de papeles y de tiempo. Una Administración que plantea problemas en lugar de dar soluciones.
No digamos cuando se trata de crear riqueza y puestos de trabajo.
Una de las causas de la economía sumergida es la burrocracia.
Y no olvidemos el daño que hace y lo que molesta la mala educación.
La atención en los servicios públicos tiene que ser sumamente educada y respetuosa. Si se me permite la expresión: ¡exquisita!
El ciudadano tiene que sentirse satisfecho y agradecido por el trato recibido y la pronta solución a su problema.
Por supuesto, el ciudadano también tiene que tratar, siempre, con una educación exquisita a los funcionarios. Y, no faltaba más, cumplir con sus obligaciones hacia la Administración.
He aquí el quid de la cuestión.
Para ello se necesitan personas preparadas y educadas. Y una Administración sencilla, rápida, y barata.
Ágil, sencilla, rápida y barata.
No hay derecho a que personas, a quienes sostenemos con nuestros impuestos, nos creen problemas, cuando su cometido es ayudar, dirigir y administrar los bienes, casi sagrados, de la comunidad, para el bien de todos.
Exigir una Administración ágil, sencilla, rápida y barata es responsabilidad de todos.
No sólo de los que trabajan en la Administración, sino de todos los ciudadanos.
La responsabilidad, como la educación, es un derecho para el que escucha y una obligación para el que habla.
Nada se consigue sin esfuerzo: en especial lo que se pretende que dure y valga.
De nosotros depende.

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