La Calle ¡Uf!


La calle enseña, sí, pero a cuentagotas. Se presentan además las enseñanzas enterradas por montañas de sutilezas. Hay que esperar a veces hasta tres meses o más para escuchar algo aprovechable, que no sean las tonterías diarias. Hay que contar por consiguiente con una mente capaz de hacerse con ese momento fugaz siempre; donde se encierra la enseñanza misma. Hay que extraer unos poquitos gramos de cientos y cientos de contactos sociales y desechar montañas de escorias, que no se inventa nada diciendo que no tienen valor ninguno; de lo que se deduce que solo saben mucho saber natural, los tipos de esta última categoría (de mente capaz) que tienen la suficiente materia gris como para detectar cuando se produce el momento y ocasión para beber como una esponja y cuando tiene que evitar con todas su fuerzas chupar efectos contrarios a lo que se persigue y huir como una exhalación de contaminarse de toda mala suerte de estupideces que le caen encima a diario con el rigor de una fortísima lluvia. Así vemos cualquier betunero o barbero jactándose de tener mucho saber y mundo, por haber estado toda su vida en la calle, que no es que no enseñe la calle, todo lo contrario, pero como contrapartida confunde por la gran cantidad de conocimiento y esfuerzo que lleva separar las pequeñas porciones de saber que aporta, de la ingente cantidad de estupidez que administra.
Si tienes una edad adecuada o estas debidamente formado (no hace falta que lo estés mucho porque te adentrarás por un solo camino y por lo mismo también te  hará daño la calle, mostrándote cosas que por tu gran formación nunca comprenderás) o si portas una inteligencia superior contrastada ¡bótate a la calle y aprenderás!. Si nada de lo anterior se cumple, si eres un pusilánime, si te crees cuanto te dicen, si eres facilón bocado, si cuanto escuchas lo oyes como mismo atiende la derecha europea (asombrada) al indio que les habla de la paz en la tele ..., entonces ¡cuídate! No salgas de la puerta a fuera, porque “de flojas mimbres tú”, solo aprenderás tabaquismo, alcoholismo, pelea, engaños, artificios, tretas, trampas, ardides, picardías, artimañas, en fin, habilidades para burlar y mentir; ya inmerso en todo vicio. Buscar saber en la calle es como buscar medio kilo de oro “en polvo” disperso en treinta kilómetros de riachuelo. Tanto en uno como en otro caso ello le es dado a especialistas de sentidos ultra sensibles “y máquinas detectoras” sumamente sensorizadas; los demás, inmensa mayoría, que han tomado la calle sin defensas, se lo han jugado todo y lo han perdido; por eso su formación es de torpeza aprendida. Condición humana es oír atentamente a quien no sabe nada y no escuchar a quien sabe algo. Se lo jugaron todo a la gran probabilidad de perderlo, por concurrencia del más grande de los riesgos ¡¡LA CALLE!! Que, de su propiedad son desde la más insignificante falta de respeto; como las aberturas en canal de sus cuchilladas; y así mismo sus tiros con balas, y sus explosiones de pólvora detrás. ¡Y todo!. La calle hace del hombre apropiado un humanista y del inapropiado (del que la toma indefenso) hace un capo de lo que quiera -que sea- ser.
Todos necesitamos salir a coger aire en la calle y lo debemos hacer sin miedo. ¡Sea lo que Dios quiera!.


Antonio Domínguez.

Comentarios

Entradas populares