¿Por qué soy afín al Opus Dei?

Por: Luis C. García Correa
El mes de noviembre de 1994, a instancias de un amigo santo, asistí a un retiro del OPUS DEI. Fue impactante.
Siempre he necesitado el concurso de los demás para mi propia realización.
Soy participativo por convicción, por afición, y por educación.
Creo, ciegamente, en la participación como solución a todos los problemas.
Estoy dispuesto a dar mi vida por Dios, por el ser humano y por la libertad.
Todas estas creencias y vivencias vi que las podía encauzar y desarrollar en el OPUS DEI. Como así ha sido.
Abrahán dijo a Padre Dios: “Señor, si he hallado gracia a tus ojos, no pases de largo junto a tu siervo; (…)
Y no pasó de largo.
En ese retiro aprendía a tratar al Señor como Amigo. El mejor y más fiel.
Aprendí que el amor a Padre Dios, y la santidad personal, son inseparables del deseo apostólico y de la manifestación en nuestras vidas.
Aprendí que en el quehacer diario debía encontrar a Padre Dios. Y que ése es el fundamento sobre el que gira nuestra nuestra llamada a la santidad.
De ello se deduce el amor a Padre Dios, mediante el ejercicio de las virtudes humanas y de las sobrenaturales.
Tratar de tener unidad de vida. En el que el trabajo nos tenga siempre en la presencia de Padre Dios, para hacer las cosas lo mejor posible. Que exista una plena unión.
Que nuestro trabajo -servicio hecho al hombre y a la sociedad- se convierta en oración agradable a Padre Dios y a nosotros mismos.
Que todos nuestros actos sean el lugar diario en donde vivimos la caridad, el servicio a los demás, la alegría, y la libertad. Que sean los medios que nos conducen a la santidad.
Encontrar a Padre Dios en medio de nuestro quehacer diario y hacer el bien a los demás.
Eso encontré en el OPUS DEI, eso he querido practicar, y eso me ha llevado y lleva a la búsqueda de la santidad.
Ser santo no es quien nunca peca, es el que siempre se levanta. Y eso es el OPUS DEI.
 

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