Los Talentos

Por: Luis C. García Correa
¡Qué responsabilidad tenemos con respecto a los incontables dones, gracias y bienes recibidos! ¡A los talentos recibidos! Tenemos, entre otros, la vida, la inteligencia, la voluntad, la participación y la libertad.
Los católicos tenemos la Comunión de los Santos. Los Sacramentos, la Gracia, los dones y frutos del Espíritu Santo, el Ángel de la Guarda, y como madre a la Santísima Virgen María, la Madre de Nuestro Señor Jesucristo.
Somos los administradores de todos esos bienes. No dueños. Hay dos maneras de vivir y entender la vida: o sentirse administrador y tratar de hacer y rendir esos talentos a Dios y a los hombres; o vivir como si fuéramos dueños, haciendo nuestra vida en beneficio de nuestra comodidad, del propio egoísmo y del propio capricho. Caprichos como la pereza, la comodidad, haber gastado la vida en la mediocridad, la dejadez… O quizás omisiones, pérdidas de tiempo, no sacarle provecho al tiempo.
Quizá estemos usando los talentos en otras cosas de menos importancia. Nos lo debemos preguntar. Dios y los hombres esperan el rendimiento acorde a los talentos recibidos. Tratemos que dar frutos de santidad. Hacer nuestro trabajo familiar, empresarial o social de forma ejemplar. Examinar, constantemente, la calidad de nuestros servicios, en especial el que hacemos a los demás, y con énfasis a los verdaderamente necesitados.
Pidamos a Padre Dios las fuerzas necesarias para tener luz que ilumine el camino de los demás y el nuestro. Pongamos en juego todos los talentos recibidos. Evitando falsos respetos humanos. Transmitiendo el deseo de mejorar la vida espiritual y profesional, como familiar. ¿Nos sentimos verdaderos administradores de los bienes recibidos? Intentemos que sirvan al bien de los demás y al propio. “Tuve hambres y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste”. Recordemos que es escaso el tiempo que tenemos para realizar nuestras obligaciones personales, familiares, sociales y con Padre Dios.
No desaprovechemos los momentos que se nos presentan para servir. Tengamos decidida voluntad de lucha contra la desidia, las omisiones, fomentando la voluntad de la lucha consciente en contra de los debilidades y pecados. Los no creyentes que sientan la natural satisfacción de hacer, de dar y recibir el bien, y los católicos la plena producción de los talentos recibidos, y así llegar a oír “Venid benditos de mi Padre…”

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