Tamaraceite también lloró hace 35 años por la tragedia de la conservería Ojeda

Uno de nuestros vecinos, de Los Bloques, fue uno de los fallecidos aquella fatídica mañana de enero. Una vida joven como la del resto de compañeros, truncada por la fatalidad. Los que peinamos Cañas recordamos con dolor aquel día que no se nos podrá olvidar de la memoria.


35 años después de aquellas 11 muertes
La Provincia. Guanarteme no olvida a sus trabajadores. Ayer 4 de enero se cumplieron 35 años de la muerte de los 11 empleados de la conservera Ojeda y la asociación de vecinos del popular barrio capitalino rindió homenaje a los fallecidos en el accidente laboral, uno de los más graves sucedidos en España de esas características, según los familiares que acudieron al Rincón para poner flores a la escultura erigida en el lugar de la desgracia.

Se trata de una obra discreta, pero de gran valor simbólico: tres manos entrelazadas con los nombres de los fallecidos en la base del monumento. Son Rafael Viera Castellano, de 17 años; Juan Carlos Moreno, de 21 años; Juan María Alí González, de 23 años; Fermín Silva Ramírez, de 28 años; Francisco Romero Henríquez, de 23 años; Antonio García Rodríguez, de 29 años; José Perdomo González, de 39 años; Francisco Rodríguez Barbas, 23 años; Juan Javier Armas Padrón, 22 años; José Cabrera Pulido, de 37 años y Mariano Cano Araujo, de 26 años.


"Aquí está el alma de todos ellos", asegura Cecilia Viera, hermana de Rafael, el más joven de los fallecidos y primero en pedir socorro al encontrarse con la trampa mortal del gas tóxico en el pozo de la factoría de pescado.

La fábrica Hijos de Ángel Ojeda, que entonces ocupaba la zona del Rincón junto a otras industrias, llevaba varios días cerrada por los días de fiesta de las fechas navideñas, y uno de los empleados descendió a la galería para desatascar los desagües. Al ver que no subía, bajó Rafael Viera. Logró asirlo del pecho y tiró de él para subirlo por la escalera, pero se desvaneció por el efecto del gas, que se generó por la descomposición de los restos de pescado y de la sangre atascada en los conductos. Lo mismo sucedió con el resto de compañeros que acudió al rescate, hasta que hicieron una cadena e impidieron que siguiera descendiendo gente, cuentan las crónicas de la época.

Todo eso lo recuerda con claridad Cecilia Viera, que en la actualidad dirige una residencia de ancianos en Santa María de Guía. Entonces, cuando ocurrió el accidente, tenía 19 años e iba en el coche con sus padres. "Estábamos oyendo la música del momento, a José Vélez, pero mi padre me dijo que lo quitara porque estaba borracho de tanto escucharlo", rememora Cecilia. Fue en ese instante, al sacar la cinta, cuando la radio escupió el nombre de su hermano y del resto de las víctimas. "Nos volvimos locos, dejamos el coche mal aparcado y nos fuimos corriendo a la clínica del Pino", añade. Llovía y el locutor no pudo evitar llorar.

Y es que los bomberos lograron sacar con vida a Rafael, posiblemente porque era el más alto y el gas no le golpeó con la misma contundencia que al resto. Murió en la ambulancia, de camino al hospital, tras despedirse del compañero que lo acompañaba en ese momento y pedir que le llevaran flores al cementerio.

Y eso es lo que hace cada 4 de enero su hermana, depositar un ramo de rosas en el monumento que recuerda la tragedia. Ese reconocimiento se logró gracias al empeño de Talio Noda y de otros vecinos de Guanarteme, destaca Cecilia mientras las olas de más de tres metros rompían ayer contra las rocas del Lloré y Los Muellitos. "Si te asomas verás los desagües de la vieja factoría", agrega.


Al acto también asistió Pepa Moreno, hermana de Juan Carlos, otro de los fallecidos, así como los vecinos Cruz González, José Antonio y Carmen Rosa Alemán, esta última en representación del colectivo La Barriada de Guanarteme. El vicepresidente del Cabildo, Juan Domínguez, y el sindicalista Antonio Pérez, de Comisiones Obreras, fueron los únicos representantes institucionales que estuvieron presentes.

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