Conducir contamina

Por Luis C. García Correa
Conducir contamina.
He tardado 85 años en darme cuenta de que conducir contamina. Ha sido gracias a un amigo y compañero del Grupo de Opinión Tamarán, que me lo hizo ver.
He pregonando, hasta la saciedad, no contaminar. ¡Y yo lo hacía!
No me daba cuenta, pero lo hacía. Esta es la razón de este artículo.
Si usted, y la mayoría de la humanidad, dejase de conducir, al darse cuenta de que contaminan, dañan su salud, gastan dinero, tienen disgustos… situaríamos a la humanidad en el grado mayor de responsabilidad, sensibilidad y solidaridad hasta ahora inexistente.
No es fácil, porque hay que aceptarlo. Se acepta cuando uno se da cuenta.
“¡En dejando de actuar, y comenzando a mejorar!”
El poder de mis piernas está cambiando a una velocidad vertiginosa.
La Iglesia me quedaba lejos, cada día está más cerca.
Ya conozco a muchos taxistas, que son los ciudadanos que más saben de la vida actual. Estoy aprendiendo mucho con mis charlas con ellos. ¡Qué receptivos son!
¿Qué estoy consiguiendo no conduciendo? Ser consecuente. Solo esto llena el alma, llena el corazón y produce una satisfacción enorme.
Sólo se necesita darse cuenta y decidirse a no contaminar. Es fácil, aunque tiene el inconveniente de todo acto que va en contra de la comodidad.
¡Qué mejor que no contaminar, vivir de forma natural! ¡Se desarrolla el cuerpo y la voluntad!
Sólo se necesita la decisión y la voluntad de ser consecuente. Lo demás viene por añadidura: sentir la satisfacción del deber cumplido, la autoridad de la responsabilidad, y el honor y alegría de hacer algo bueno por los demás.
“Conducir contamina”.No conducir no contamina. Ilumina el alma, fortalece la voluntad, mejora la salud, y ayuda a los demás.

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