¡Qué horrible y desnudadora es la ignorancia!

Por Antonio Domínguez
Aquí abajo nadie se queda atrás; se que ahí arriba en tierras de catedráticos es lo mismo, pero hay infinidad de cosas que se saben verdaderamente y son esas tierras de lo obvio donde los toletes que a buen seguro por ahí tampoco deben faltar, ya son sujetos que obedecen al ten contén mas luego que deprisa, pero, aquí abajo en estas simas me han llegado a chamuscar los pelos de la barba las llamaradas de las calenturas de la mas tremenda iracundia de los individuos en desacuerdos gigantescos, que, con relinchos de caballo se tiran a matar echando humo por las narices cuando seguramente se trata el asunto a despejar de la obviedad más obvia. De: si fue o no fue penalti.
Todos estos infelices huérfanos de la más mínima letra, se consideran incluso pensadores porque creen saber de números ¡¡que horrible y desnudadora es la ignorancia!! Cuando a mi me preguntan: ¿tú sabes sumar?, yo contesto y es correcto, no, solo se sumar números enteros; pero los demás en esta “baja Holanda”, a esta misma pregunta contestan sí, apoyándose inválidos en las muletas de la mas supina ignorancia, no saben, infelices, que a no mucha altura de la disciplina matemática la simple suma cobra unos acomodos, protagonismos y nombres tan raros, que chirrían al oído, por lo menos al mío. ¿Qué cara pondría toda esta chinería si algún día naciera una persona especial con la capacidad de hacerles entender las más mínimas cosas; que cara pondrían cuando les demostraran que no saben ni sumar?
Ustedes ya saben como me subleva el allá donde fueres haz lo que vieres y amóldate a con quien tratares, pues bien ¿si yo les dijera lo cansado que me tiene esto? Resulta que me he pasado la vida enseñando las pequeñas cosas (que no se enseñan en universidad) o asuntillos que yo sé, a otros que sé los ignoran (solo cuando estoy seguro) para como ya dije una vez no andar en hipocresías que no paran en nada, y ¿saben lo que me ha pasado? Que temo haberme procurado enemistades, no enemigos, aquí en las bajuras no hay grandes amigos ni grandes enemigos, tradúcese la cuestión, considerando al amigo no enemigo y al enemigo no amigo; en este callejón que pica hacia abajo, por los días veinte de mes el dinero es tan poco que no le alcanza el de todos, junto, a Lupita para papel higiénico. Por lo tanto, no hay aquí fuertes sumas ni grandes intereses como para ir a la guerra.
Para alcanzar siquiera ser considerado hombre; que es el nombre que se le da a la basura guapa, no se puede andar diciendo que “cada hombre es un mundo” hay que saber que el mundo tiene ocho mil millones de bacterias, amontonadas en cepas en sus ciudades, pero colonizado todo su cuerpo en grupos campesinos, selváticos y desertados. En el fondo esto no lo cambia nada; el mas grande título nobiliario, metido en el mejor traje de Armani (desde este punto de vista sigue siendo UNA bacteria basura de todo lo que está a la vista (mundo). No se debe olvidar que nuestra animalidad de esto no conoce y menos cuando el espejo devuelve “bella imagen”, tenemos perras en el bolsillo y se nos da bien ligar. Nuestra naturaleza sigue escribiendo en piedra. Es nuestra osadía, engreimiento, fanfarronería y endiosamiento el que está instalado en internet. Somos tan vanos que desertamos de lo que nos es consustancialmente mas apropiado: escribir en piedra y no tener infectada la atmosfera con tantos venenos. En verdad, en verdad, solo sabemos -solamente sabemos- de compañerismo jauríaco para ir de caza, eso sí, como las hienas llenamos nuestros estómagos de carne a mucha distancia de la guarida. cuando después rehacemos el largo camino de regreso, lo hacemos con la cabeza gacha, sin proferir palabra (es como hacemos siempre los caminos de regreso en todas las actividades de la vida, incluso hay tristeza, en el regreso de los más mínimos detalles que en la distancia añoramos... en cuanto regresan, aunque sea por sí mismos, los consideramos una conquista propia y los sometemos al castigo y desprecio caprichoso que damos a lo conquistado ¿Qué habría que decir cuando se origina este fenómeno en el matrimonio (que se produce en casi todos, porque nos creemos guais): cuando la verdad es que ella decidió hacer la promesa a la señora de Teror, y juró que aquel maldito no le cogería mas nunca una miserable teta; se puso a dormir sola en el sofá y estuvo así sin aflojar un año y medio. “Era canariona fuerte; era mula de pellas de a kilo gofio. Era llamada para ayudar a enyugar reses y para subir cumbreras: ese palo grandísimo que se pone a casa canaria para tirar el viejo apolillado. Juró no volver al tálamo nupcial nunca jamás en la vida; pero se le pegó un dolor en un cuadril cuando se agacho a mirar el cajón de la mesa de noche para ver si -el otro- se había dejado dos euros que le hacían falta, y ya se tiró directamente a la cama metida en un bramido”. El mariducho chico, con todo chico, llegó y pensó: ya saltó para la cama, se acerca san Juan, antes de san Juan es mía otra vez. Soy el amo de la casa único aquí dentro. Además para un harén con una sola cama y una sala mujer no necesito a nadie macho para harén mini. Cuando la pobre mujer cayó en la cama con aquel perro verdino de Lanzarote pegado arrente de la cadera, tirándose a la parte arriba del costillar… en esto, pensaba el aborrecible marido: mas, en tantito se mejore, la voy a hacer de creer en Dios. Que ya no “pueo de resistí mas tanto desagayamiento”.


“En los mejores casos,-y volviendo a encarando de lleno el símil de los cánidos- como las autenticas hienas que somos llegamos a la guarida y regurgitamos religiosamente cuantiosa carne para satisfacer a todas las crías y a la hembra adulta que se quedó de canguro”… si introducción nudo y desenlace no estuvieran perfectos, pá laño que viene las canto mejor.

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