El proselitismo

Por Luis C. García Correa
Ser hijos de Padre Dios y, por lo tanto, hermanos, nos debe impulsar a tener la misma fe y a vivirla con obras.
Todos hemos nacido para ir al cielo y luchar por ser ejemplares en nuestra conducta. Vivir la caridad. Dar testimonio. Ser santos.
Los católicos debemos mostrar y enseñar a Cristo. Muchos en nuestra familia, muchos vecinos, muchos compañeros o amigos no le conocen. Aquí es donde debemos encontrar el campo de nuestra acción apostólica, sin alharacas.
El apostolado no es hacer cosas raras o llamativas.
Nuestra fe y coherencia, nuestra alegría, nuestra ayuda y nuestra honesta participación son el medio y la forma de llevar a Cristo a los demás.
De los primeros cristianos  se decía “lo que el alma es para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo”.
Cristo nos dijo “Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todos las criaturas”. Y se lo dijo a todos, sin exclusión alguna.
Es una misión universal.
“¡Estamos llamados a santificar nuestro tiempo, y necesitamos comprender y respetar a las demás personas!”
Hay quienes quieren que el hombre se vuelva contra Padre Dios, que lo olvide o que lo ignore.
Padre Dios se sirve de nosotros para que esto no suceda. Pensemos en quienes tratamos, tratémosles de la mejor manera posible y el Señor hará lo demás.
Los católicos tenemos la gran ayuda la Virgen Santísima, Regina Apostolorum (reina de los apóstoles). María facilitará nuestro trabajo, y el Señor multiplicará nuestras fuerzas, para que nuestra tarea sea constante, hará que seamos pacientes y para que tengamos mucha audacia.
“¡El auténtico proselitismo respeta y comprende. Ama la libertad (Dios no quiere esclavos) y quiere lo mejor para los demás!”
El fin del proselitismo es nuestro bien personal, el de las almas y que Padre Dios presida nuestras vidas en la tierra. Y, después, la vida eterna.

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