¡Esta sí que viste tallas grandes!

Por Antonio Domínguez
Vuelvo al redil. “El pensamiento no es un arcaísmo arbitrario pedante. Aunque siempre hay elementos de ambas cosas en su obra, en los mejores momentos es la expresión de la convicción profundamente meditada en el conocimiento humano”. (Me gusta mucho utilizar esta construcción parafrástica de la que no conozco su autor, que vale casi para todo, perdone si la repito) Pero, cuando se habla de convicciones profundas tenemos que vislumbrar que existe también un conocimiento profundo, distinto o especialmente profundo, dejémosle aunque sea en eso. No se puede estar de acuerdo que un mismo conocimiento-pensamiento (como sistema) sea al mismo tiempo superficial y profundo. Sería mucho más fácil caer en la sospecha que hay dos tipos de pensamiento o como mínimo que en un mismo cerebro existen zonas para la profundidades y zonas para las superficialidades. Es imposible atribuir a ningún cerebro profundidades y anchuras, quiero decir en una misma parte, eso tendrá que estar separado forzosamente para que pueda interactuar cuando convenga. ¡Todo tiene que estar en su sitio “ahí dentro” para diferenciar colores, tamaños y texturas etc. ¡Para que puedan interactuar y no sean una masa amorfa! 
Si algo se puede decir tranquilamente del cerebro es que interactúan allí dentro los conocimientos que están en su sitio debido y no son una masa para actuar unísona; de no ser así ya vendría de cargarse las conexiones “ese amasijo”; sin conexiones procedentes “de todos los rincones de la máquina”, no hay nada que hacer y esta es la razón, mi razón de la pregunta por el pensamiento genuino deslindado del conocimiento y sus aliados. No quiere decir divorciado, sin embargo, puede parecer esto un vacío juego místico de palabras o sencillamente un puro absurdo, pero se sabe que el sentido común esta constituido por reacciones de este tipo. Reconozco que no tengo respeto al sentido común. Adoro el sentido in común, a pesar de las escaramuzas que conlleva y tantas roturas de camisas. Gracias sean dadas al in común por encontrarse en pequeño gueto donde las oportunidades de fricción son menos; ya tenemos el común de la generalidad y ahí no son fricciones, son guerras.
Esto puede ser total y literalmente cuestión del gran sumidero que constituye la ciencia y se traga el pensamiento contemplativo y entiéndase contemplativo, sin la des virtualidad monegasca as-que-ro-sa a que se ha sometido esta gran palabra. Este pensamiento contemplativo que representa tranquilamente gozar del espectáculo, nunca trasciende, incluso si dispusiera del lenguaje adecuado sería prácticamente ininteligible, por pertenecer esto... Quedaría muy bien aquí una metáfora: Por ser una hierba que solo crece en las praderas del pensamiento genuino que está en todos los individuos, pero que se neutraliza (se sintetiza) en muy pocos.
La telepatía; esa vieja conocida, negada o ponderada; si la reconocemos, tenemos que admitirla como un reducto cerebral donde se encuentra todo lo que pertenezca a la intuición. Esto es sin paranormalidad y por supuesto separada del milagro. Bien, si se pueden aceptar receptividades a distancia, ¿por qué no se puede aceptar un cerebro básico, desconocido dentro de un mismo cerebro? O sea, “un aura” perfectamente física, biológica, que está por encima del pensamiento que va generando el conocimiento y la razón que manipula lo, y es manipulada por lo externo. Por culpa de no tener “cartografiado” el cerebro viven las quiromancias, las cartomancias, para normalidades, numerologías, astrologías, teologías, gente segando pescuezos a gallos y gallinas espolvoreándoles con buches de ron y todas cuantas machangadas. Muy alejadas de la racionalidad más ramplona, lógica, matemática, consistente en tres por cinco quince, me llevo una,  y relativamente algo más. Hay aquí un enlace muy lindo y lo voy a tomar. Este es el fundamento de los que se pasan la vida contando dinero (economistas y homónimos) creyéndose superhombres cuando son auténticos analfabetos. Funcionales en todos los demás terrenos que no han incursionado por falta de tiempo y hundidos en las simas abisales de la lógica matemática cuenta que te cuenta para ¡¡encima equivocarse!!: Siempre no, (¡faltaría!) cuando se equivocan.

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