Otro gran pueblo que alimentar

Por Antonio Domínguez
No sé si habrán percatado que tenemos otro GRAN pueblo que alimentar: el que se refiere a perros, gatos, pájaros y mascotas de todo tipo. No lo eche en broma, entre vacunas, medicinas, cosméticos, intervenciones quirúrgicas, dietas a veterinarios, peluquerías y tal. ¡Ah!, se me olvidaban los conteiner de comida específica y el arroz, el gofio, la carne, los embutidos en botes…
Hablar aquí de mil millones de pesetas creo (posiblemente equivocado) que es calderilla. Moraleja: si algún día nos libramos de los entorpecedores del progreso en el Cabildo, -presuntamente- antes mencionados, ya entonces podremos en origen tirar al mar toda la comida y utensilios para perros  (engordará el pescado) y llenar los containers ya liberalizados; de azadas, hoces, machetes, hachas, etc. E ir a las casas de esos ocho de cada diez; amarrar sus perros, apagarles la tele, tirarles del sofá, ponerles al instante una “Fucha” en el hombro y decirle: vamos a hacerle real su deseo, vamos a mover la isla y  moverle a usted mismo. A todos los mandatarios del cabildo y del gobierno autónomo, demasiado autónomo, y a todos los técnicos desde el más grande al más chico; “también les llevaremos al corte“.
Si yo fuera un Fidel Castro o un dictador cualquiera, cosa que nunca he deseado, pero no me importaría aunque solo fuera para dar una orden soñada y reída. Lo primero y lo único que haría es echarles a trabajar a todos los mandatarios del cabildo y del Gobierno autónomo, demasiado autónomo, y a todos los técnicos, del más grande al más chico. Como pago de sus “pecados”, el almuerzo sería todos los días sancocho canario. Pero claro, les escondería el porrón del agua. Con sus trajes de lujo haría toldos para semilleros y sus múltiples corbatas las haría tiras para amarrar judieras de enredadera y también tomateros.
Esto que parece algo grande no lleva a mi parecer ni el presunta ni el supuestamente. Ni yo tengo ya la más mínima posibilidad de mandar el país y mucho menos -que ya es decir- tienen ellos la de trabajar en toda la vida. No obstante yo gozo de mis meditaciones tranquilas de final de semana “viendo” la cara que pondrían algunos mandatarios picando plataneras. Claro, como es mi deseo el que manda material a mi imaginación, claro está, no manda sino al que mi persona le gusta (obvio), no manda sino lo que mi cerebro gestiona (obvio también) y les “veo” en la cara -conforme a mi deseo imaginado- rictus y raras contracciones musculares y nerviosas variables de sus rostros y luego me sigo creando imágenes suficientes para estos menesteres; que desde mi sin sentido del humor, más agradan a mi poquito humor, que cuando pide salida urgente ya estalla en una risotada de placer; y mi familia -que me quiere- después de decirme que si estoy loco -por lo poco que me ven reír-, yo no les puedo explicar el porqué, porque me estoy meando de la risa. Empiezan a reír ellos también poco a poco contagiados, para terminar en el todo meter, todos. El acabose es cuando dormido sueño “con mi sueño”. Hay que estar ahí para ver y saber cómo me derrito en ese, para mí, el mayor espectáculo cómico del mundo, sin que haya ninguno que apenas se le parezca. Por ello, por lo que me han hecho reír a mí y a toda mi familia les doy las más expresivas gracias. Estando ustedes allá arriba en las alturas, no les parecerá mal que los que no nos hemos subido nunca a un yate nos riamos. Vaya, ¡seguro que no! Seguro que quieren que el pueblo sea feliz, eso sí, ¡¡por su cuenta!!

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