La locura de la Primera Comunión

Llegados los meses de mayo y junio en las familias donde hay niños entre nueve y diez años, comienza a gestarse algo así como una "locura" por celebrar la Primera Comunión. Estos mismos niños han tenido que pasar un mínimo de dos años de catequesis semanal, más la catequesis de los padres para la llegada del gran día. Las familias, generalmente, se vuelven locas por celebrar la Primera Comunión por todo lo alto. Hoteles, restaurantes, fincas privadas, ... todo está lleno por esta época. ¿Pero realmente tiene sentido todo esto? Como bien escribió mi amigo y párroco de Ingenio Suso Vega en uno de sus escritos, para muchos niños y niñas es  "la primera y última comunión", porque como dice él, lo importante no es la primera, sino la segunda, la tercera, la cuarta, etc...
Los tiempos cambian y la sociedad también. En torno a este día importante para los católicos, se ha rodeado el "negocio" que yo denomino el "ya que". Ya que...contrato a un fotógrafo, ya que.... lo celebro por todo lo alto, ya que...pido un crédito al banco para sufragar todos los gastos, etc, etc. Este día mágico para los niños cristianos se convierte en muchas ocasiones en un verdadero espectáculo del que ni los mismos católicos practicantes son capaces de salir indemnes. Aunque el otro día fui a la Primera Comunión de Pablo y me encantó. Tres niños celebraron este sacramento ese día y el regalo que pedía Pablo era para enviárselo a los que no tienen lo mínimo para vivir dignamente, a esos niños que no tienen ni baño en su casa, ni un colegio a donde poder ir a aprender, ni agua potable para beber sin caer enfermos. Pablo sí que captó lo que es hacer la Primera Comunión, y a buen seguro que hará la segunda y la tercera.
Pero, aprovechando este jolgorio, me gustaría recordar cómo se celebraba una de los sacramentos más esperadas por los niños y niñas, ya que en tiempos pasados no sólo eran motivo de devoción sino de verdadero festejo y alegría. Debido a la falta de espacios de ocio, tal y como los tenemos ahora, los feligreses se iban preparando y esperaban con deseo actos como las “Novenas de Mayo”, la excusa perfecta para, además de rezar a la Virgen, realizar representaciones en las que participaban todos.  Los pequeños se esmeraban en memorizar aquellos versos que luego iban a ser escuchados por un ansioso público.
La Primera Comunión era y es un evento que los niños esperan con ilusión. Hay quien la recuerda muy bien, sobre todo los más mayores, como antes de recibir el sacramento no debían ingerir alimento alguno, al menos doce horas antes de la celebración, así que los bostezos, desmayos y desvanecimientos eran muy usuales. Los vestidos eran sencillos, realizados generalmente por un familiar o por una costurera amañada, y la plaza del pueblo, siempre presente, ofrecía su escalinata, si la tenía, para la tradicional foto de grupo que muchos tendrán todavía en algún lugar privilegiado de su casa. En los años del obispo Pildain, en Tamaraceite, se aprovechaba el balcón de la casa de Pinito Villegas para desde allí dirigir la celebración, llena de niños vestidos de marinero, de capitán, y hasta de comandante… con chaquetas y pantalones cortos que luego se aprovechaban para ir a las fiestas de San Lorenzo o a La Milagrosa. El librito de misa en las manos, la cruz y el rosario y guantes blancos, eran accesorios imprescindibles, aunque en muchas ocasiones eran prestados.
Por su parte las niñas  iban de "más enjundia", éstas tenían que acabar en la costurera porque siempre se procuraba ir con traje nuevo salvo que fuera de una hermana o familiar allegado. Generalmente, y es algo que se sigue manteniendo hasta nuestros días, eran trajes largos muy plegados, con vuelos y encajes de color blanco, aunque las había que iban vestidas de ángel con alas o con  trajes de tul. En los años 30 o 40, como la chiquillería iba sin desayunar  el cura ponía chocolate, churros, y unas cuantas galletas, pues no se comía desde el día anterior.                     
El fotógrafo siempre estaba presente, aunque para que las fotos estuvieran bien, íbamos unos días antes a un estudio. Me acuerdo de Estudio Moderno en la Calle Triana, aunque años más tarde empezaron a abrir estudios en los pueblos y barrios que era más económico y no teníamos que coger el pirata ni el coche de hora vestidos de comunión.
 Algo que se ha ido perdiendo es el ir visitando a los vecinos más cercanos a los que le entregábamos un recordatorio, a cambio del cual nos daban, como mucho, cinco duros. Para las Primeras Comuniones las costureras se hacían el año, ya que no solo consistía en diseñar y realizar el traje sino las probaturas ya que los niños por esas edades crecen de un mes para otro. El momento más esperada era la salida de la iglesia para ir a recaudar dinero. Cada niño llevaba una talega de trapo, algunas hechas de medio calcetín y las niñas iban con un bolsito, algunos hechos hasta de barbilla.
Desgraciadamente los tiempos han cambiado y esta celebración se ha desvirtuado, convirtiéndose más en la fiesta del regalo material, cuando el verdadero regalo está en recibir por primera vez a Jesús. Lo que me resigna es, que todavía hay niños y niñas como Pablo, que en días como estos, piensan en los más necesitados, porque en ellos también está Jesús.

Por: Esteban G. Santana Cabrera

Comentarios

pedro Domínguez herrera ha dicho que…
!Buenísimo! no se me ocurre nada más sin meterme a apropiarme de tan sabio discurso

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