¡Qué triste olvidarse de los muertos!

Por Luis C. García Correa  

 ¡Qué triste debería ser olvidarse de los seres queridos muertos!

         Se dice que una persona desaparece cuando, después de su muerte, se le olvida, y creo que tienen razón. Hay muchas historias de ficción que hablan de relación con los muertos, el más allá... Pero no sabemos si eso es la verdadera realidad o es la imaginación del autor, la que inventa esa comunicación. Lo que yo digo es que el rezo es un medio de comunicarse y mantener el recuerdo.

         No sé cómo los no creyentes recuerdan a sus difuntos: me imagino que una fotografía, o algún objeto que saben era del agrado del ausente, les traerá la imagen y les recordará como era, como se comportaba y como se expresaba.  Los católicos, además de esos recuerdos, tenemos la suerte y la ventaja de que creemos que la vida no termina con la muerte, más bien creemos que se transforma y para toda la eternidad, y anhelamos cruzar esa frontera para estar en la presencia de Padre Dios, que para  eso es el cielo.

         Supongo que los  no creen en el Más Allá, se olvidan antes, porque piensan que todo se acaba con la muerte; entonces… si todo se ha terminado, ya no hay la menor comunicación porque no hay nada, se acabó todo.

         Desearía que alguien, no creyente, me explicase cómo puede ser eso.

         Pero sigamos con el tema desde nuestra visión y creencia.

         Espero a la muerte con ilusión, esta es mi conclusión, mi gran experiencia de algo que viví, con motivo del infarto que tuve.

         “¡La fe es un don que mueve montañas, y crea esperanzas!”

         De creer que no hay nada después de la muerte a creer que sí lo hay, existe una diferencia abismal; se podría decir: hay una diferencia infinita, porque infinito es lo que vamos a vivir.

         No debemos olvidar que, también, podemos contribuir a que no nos olviden pronto, Si nuestro proceder en nuestros años en la tierra  han sido de cariño y solidario con los demás, difícil será que nos olviden.

         Cuando me refiero a que no hay que olvidar a los difuntos, quiero decir que  recemos por ellos. El mero hecho de recordarlos ya es una forma de comenzar a rezar, pero creo que no es suficiente, que Padre-Dios nos viene a decir que necesitan que sigamos rezando, por ellos y pedirles a ellos que recen por nosotros.

         El bien que en vida hayamos hecho será la gran razón de que nos recuerden amen del cariño que tuvimos a los que con nosotros han convivido. Y lo mismo para los que hayan muerto: el bien que hayan hecho y el cariño que nos hayan tenido son razones para recordarlos y rezar por ellos.

Esta reflexión de hoy pretende que todos,  -por supuesto me incluyo-, pensemos lo importante que es la muerte, recemos por nuestros muertos y los recordemos,  haciendo méritos, y preparándonos para que nuestra partida hacia el cielo tenga un final feliz.

         Allá nos están esperando todos nuestros seres queridos y conocidos, para juntos estar en la presencia de Padre Dios y de la Virgen del Pino.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
la tranquilidad, la alegría y la paz, va en mucho de olvidase de los muertos. Lo verdaderamente calamitoso, que, incluso hunde, es estarse acordando de ellos. Tanto por la multiplicidad de rezos propiciados a toda hora del día gracias a su recuerdo (trabajo impagado e incobrable siempre), como por la pena que droga y endroga a las personas sensibles; que les es imposible solapar y menos difuminar ida de familiar a pudrir: ¡es materia orgánica!. Venditos y alabados sean los que viven su vida aquí y olvidan los muertos allí. Aquí se dice allí, queriendo decir que allí es ningún lado.¡¡Que vivan los que viven y dejan que el muerto "viva" tranquilo bajo la losa fría para que no aspire a ser vivo-murto, creyendo que está vivo todavía.
suelta amarras Luis, y navega en el mar de la tranquilidad con la alegría y la paz que da dejar a los muertos pá allá pal (...) en su metamorfosis química de ser de nuevo tierra. te saluda con cariño y mucho afecto Antonio.










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