Cuatro millones de jóvenes parados

¿Cómo es posible que tengamos 4 millones de jóvenes parados y no estemos haciendo nada?


Por: Luis C. García Correa y Gómez
 No hay derecho.
¿Cómo es posible vivir tranquilo cuando hay tantos jóvenes parados?
Parece como sin no los hubiésemos educado. Es algo mucho peor: con nuestra despreocupación, con nuestro pasotismo y con nuestro materialismo hemos ahogado la solidaridad.
Nuestra capacidad de rechazo frontal a un mal tan grande y tan desesperanzador está seriamente dañada.
¿Qué pueden esperar de nosotros los jóvenes?
Hoy, por desgracia, muy poco.
¿Qué es lo que podemos, y entiendo, debemos hacer?
Primero aceptar la gravedad del problema.
Y segundo, en la medida de nuestras posibilidades, cooperar a imponer la productividad como motor para generar riqueza y puestos de trabajo; y a que las leyes de contratación no sean excluyentes, sino todo lo contrario.
Hay otras maneras de ayuda: aprender a ser solidarios compartiendo nuestro trabajo con los jóvenes; premiar, social y económicamente, a todo aquel que coopere, directamente, a la creación de puestos de trabajo para los jóvenes; y, por último, enseñar a vivir de acuerdo a unos valores éticos o religiosos.
¿Qué democracia es la nuestra?
¿Cuál es la libertad que tenemos y gozamos?
¡Jamás podremos, ni debemos, aceptar la injusticia y vivir tan panchos!
¿Cómo puedo aceptar que tantos jóvenes vivan sin la esperanza de ser útiles para sí y para la sociedad?
Sufrimos una pandemia gravísima, que se extiende exponencialmente y cada vez contagia a más miembros de la sociedad. El tsunami arrasará a quienes hemos sido insensibles, o no hemos cooperado en la búsqueda y puesta en marcha de soluciones.
En estos momentos debería alzarse un grito unánime, acompañado de actos, que se vieran en todos los rincones de nuestra tierra y en todos los rincones de nuestras almas.
No tenemos derecho a seguir tranquilos, como si nada estuviese pasando. Hay muchos jóvenes que viven sin esperanza porque no tienen su trabajo.
La ignorancia no nos disculpa. Lo sabemos y tenemos que actuar en consecuencia.
De lo contrario, se nos pedirá cuenta, y con toda la razón de este mundo, por haber sido insensibles y pasotas ante un mal dañino y contagioso.
Tenemos que tener, como mínimo, un dolor profundo y una preocupación proporcionada a este imponente problema. Y rezar, rezar, rezar mucho para que Padre Dios nos ilumines a todos y acabemos con este espantoso problema de tantos jóvenes sin esperanza por no tener trabajo.
De nosotros depende, y no de nuestro vecino.

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