La ermita de la Mayordomía y sus alrededores
Por: Sergio Naranjo |
El pasado sábado 13 de este mes fui amablemente invitado a una celebración sencilla para agradecer y despedir a los voluntarios de Magis 2011 su aportación de trabajo y testimonio de fe cristiana. Allí me presenté, en la Ermita de la Mayordomía, donde no estaba nada menos que desde los tiempos de don Bartolo, allá por principios de los años setenta. Allí recordé con otras personas el cómo era su mobiliario, sus alrededores. Allí pude ver el estado lamentable en el que se encuentra en la actualidad. Y allí se apreció el trabajo de este animoso grupo, que ha restaurado bastante el lugar.
Una de las preguntas que más nos hacíamos era cuánto podría costar contratar a un tractor que arara la superficie de aquellos campos abandonados, antes ubérrimos, y transformar la lastimosa imagen que ahora dan en una muestra del cariño por el paisaje. Me habría gustado que la señora concejal hubiese estado presente. No fue así. Pero aquí no me valen excusas de que el tiempo cambia y de que no podemos retornar a la imagen de hace cien años en Tamaraceite. Nones. Allí se aran aquellas tierras, se plantan de acebuches, dragos, palmeras... Se hacen unos paseos de losas de piedra, se riega y se hace mantenimiento con un par de operarios, que el agua llena la presa, y tanto no cuesta. ¿Dónde está el problema? ¿Puede imaginarse el lector qué efecto no haría, y en positivo, un paisaje como ese a la entrada desde los accesos de Las Palmas?
En su lugar seguimos teniendo aquel testimonio del pasado, ruina y derrumbes que caen sobre nuestro mundo materialista y falso, que nos habla de progreso para llenar el paisaje de cemento, alquitrán y casas vacías en espera de negocio especulativo.
Mientras, alguna vez, un puñado de personas pueden pasarse un rato como aquel, que en mi caso resultó extasiante, aun en su sencillez. Ninguno de los allí presentes podrá imaginar el beneficioso efecto que a mí me hacen estas cosas, sin boato, sencillas pero no simples. Quizá haya quien piense que sólo se trate de una manifestación estúpida del catolicismo decadente, prontamente suplantada por el laicismo del futuro. Quizá, en cambio, pueda pensar que hay un grupo de gente en Tamaraceite que vale la pena, que lucha serenamente por su pueblo y merece ser apoyado. Muchas veces atacados por los odios irracionales, las protestas más airadas, las acusaciones menos adecuadas, yo creo que esta gente no hace mal a nadie por haber traído a la parroquia grupos como Magis.
Mis felicitaciones a todos ellos, y en su nombre a Cristóbal, el párroco, digno representante de este colectivo parroquial y este trabajo que se hace a diario.
Una de las preguntas que más nos hacíamos era cuánto podría costar contratar a un tractor que arara la superficie de aquellos campos abandonados, antes ubérrimos, y transformar la lastimosa imagen que ahora dan en una muestra del cariño por el paisaje. Me habría gustado que la señora concejal hubiese estado presente. No fue así. Pero aquí no me valen excusas de que el tiempo cambia y de que no podemos retornar a la imagen de hace cien años en Tamaraceite. Nones. Allí se aran aquellas tierras, se plantan de acebuches, dragos, palmeras... Se hacen unos paseos de losas de piedra, se riega y se hace mantenimiento con un par de operarios, que el agua llena la presa, y tanto no cuesta. ¿Dónde está el problema? ¿Puede imaginarse el lector qué efecto no haría, y en positivo, un paisaje como ese a la entrada desde los accesos de Las Palmas?
En su lugar seguimos teniendo aquel testimonio del pasado, ruina y derrumbes que caen sobre nuestro mundo materialista y falso, que nos habla de progreso para llenar el paisaje de cemento, alquitrán y casas vacías en espera de negocio especulativo.
Mientras, alguna vez, un puñado de personas pueden pasarse un rato como aquel, que en mi caso resultó extasiante, aun en su sencillez. Ninguno de los allí presentes podrá imaginar el beneficioso efecto que a mí me hacen estas cosas, sin boato, sencillas pero no simples. Quizá haya quien piense que sólo se trate de una manifestación estúpida del catolicismo decadente, prontamente suplantada por el laicismo del futuro. Quizá, en cambio, pueda pensar que hay un grupo de gente en Tamaraceite que vale la pena, que lucha serenamente por su pueblo y merece ser apoyado. Muchas veces atacados por los odios irracionales, las protestas más airadas, las acusaciones menos adecuadas, yo creo que esta gente no hace mal a nadie por haber traído a la parroquia grupos como Magis.
Mis felicitaciones a todos ellos, y en su nombre a Cristóbal, el párroco, digno representante de este colectivo parroquial y este trabajo que se hace a diario.
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