El Yo como destino y la Palabra como explicación.

En esta disquisición filosófica; perdone la pretensión, pero no tiene otro nombre la profundización en el lenguaje; que por lo menos a mí me parece que hasta ahí llega eso. Téngase en cuenta, por favor, que yo me pongo a la punta de alante y me acuso primero de las fragilidades humanas que se aluden aquí; verdades ¿radicales? sin edulcorar y difíciles de asimilar, no por mí que las tengo muy bien, pero que muy bien asumidas. Siempre estuve (viví) en el desriscadero de: “Las penitas pa´ nosotros, las vaquitas son ajenas.

En cuanto al tendencionismo que pudiera parecer pretender hacer ver un pensar superior aquí, no es tal si atendemos a Russell con detenimiento: “cuando las gentes empiezan a filosofar, perece como si se propusieran olvidar todo lo que es familiar y corriente; de otro modo su trato con un concepto o cualquier otro concepto les mostraría que una idea puede ser inteligible, aunque la definición, en el sentido del análisis, sea imposible”; de ahí viene (con carga de razón) lo de la filosofía en las chozas de los pobres.
Todos procuramos orientar nuestros propios escritos desde ámbitos aparentemente ajenos al yo. Es obvio que generalmente cuando se comunica es para señalar actitudes personas y cosas en positivo o negativo; si no se trata de adoctrinamientos.  Es lo que hacemos la práctica mayoría cuando nos exponemos públicamente; nos lanzamos derechos a universalizar cuanto decimos, en altares de la mayor contundencia, rebuscando en el agrado y dirigidos a sorprender lo más gratamente posible, para entrar bien adentro en los demás; “haciéndonos los tontos; ¿los tantos?“; con esa modestia: siempre falsa (lo digo por mí) por definición, que derrochamos, -¡que a todos nos sobra de esa “mercancía!”. Es evidente que “el voy” en primera persona, no es todo lo “correcto” que debiera: en tanto que no elegante.- pero sí honrado -creo- si se ha de tener en cuenta que el ente yoístico empapa todo escrito, discurso y acciones, no de lo más diverso, sino totales. El arte estriba -¡porque es un arte el dosificar los deseos del yo!- sacrificar en parte esos deseos personales a la empatía, para los anhelos que tienen otros, -para dejar espacios a otros-, ¡no, no estoy dando vía a que manipulen los nuestros!, pero sí a que se puedan acercar a nuestra psicología con tranquilidad; sin ser repelidos por ese volcánico calor que quema, anidado y humanamente oculto en todas las personas. Siendo la realidad como ha sido es y será; todo ello, - la totalidad natural que aglutina ese conjunto de verdades axiomáticas y que enlazadas entre sí forman un cuerpo de doctrina-, trae y es, la consecuencia natural del “vómito y del que vomita”-: ello quiere decir que toda persona sea como sea (incluso el santo) ineluctablemente guarda sus derechos de repelencia. Los axiomas son lo que determine la intelectualidad con la herramienta de la costumbre, y la misma tiene muchas tendencias, sujetas a múltiples experiencias, que solo le vienen bien a una tendencia y mal a todas las demás, por eso es signo de espiritualidad (que aquí solo significa no animalidad, o sea, buenas obras, pureza de vida personal y justo y verdadero amor al prójimo) el valor que adquieren las acciones, cuando hay disponibilidades neuronales a efectos de la ¡empatía! -el valor más extraordinario y significativo que nos diferencia de la bestia-. Si estuviéramos escribiendo un libro habríamos de detenernos aquí a analizar los porqués de los muy distintos contenidos cerebrales en el mayor número de unidades (cabezas) posibles, y como han sido instaurados. ¿Como es ese problema?: ¡quizás el de mayor enjundia!. Aunque se refiriera solo a las ansias de relumbre que aquí no solo no se bloquean, sino que se declaran. Esas ansias, que a la gran mayoría de las ventanas se asoman a tomar el aire, pero, nunca se ponen en ridículo. Muchos conocimientos se han de tener; grandes bagajes de seleccionadas empirias. Cuanta entrega y dejación de todo deseo humano legítimo, cuantas fuerzas experienciadas hacen falta para saber estar en el ridículo, (como actor) la absurdez, apalancamientos, mortificaciones, de la convivencia ridícula generalizada. Esto es, sentirse pequeño (además de hijo) de la pequeñez universal. ¡Yo no soy ese!; porque grande se ha de ser para ser así.
Vamos por consiguiente a lo sencillo de un artículo, diciendo una obviedad necesaria para mantener el ritmo: ¡el yoísmo es inevitable en tanto que lo que se expresa bajo los diferentes aspectos proviene siempre de un yo!. Si ese yo reconoce los millones de “no yoes” existentes a su respecto, (principio universal de la empatía) ya tiene un yo individual cualquiera que plantearse cuando habla, o cuando escribe, racionalizar y hasta racionar el protagonismo para hacer la cosa lo menos “chobínica” y convencer por agrado; que es el estilo más ilustrado de trascender,- al ser una manera “divina” de engañar-. Que si algo de divino hubiera en este mundo, (y me refiero solamente a este mundo en absoluto) es el secuestro y dominio de miles de mentes por una sola, ¡y que encima no necesita ningún lugar espacial ni físico donde tenerlas secuestradas!. ¡Siendo tan inevitable el yoísmo! ¿Cómo se había de proceder? ¿Cuándo se había de proceder, si se comunica para afectos y desafectos?. Bien, como sabemos que todos tenemos mucha personalidad y medimos y pesamos más o menos lo mismo, se han de comunicar las glorias propias no cogiéndose todo el espacio en el comunicado. Se le puede dar vidilla al corazoncito al principio, a la mitad o al final: bien a lo bestia o con sigilo disimulo. Bien a pequeñísimas dosis durante todo el escrito que es el método más usado; ¡y mira por donde! El más acertado, según mi opinión-.
A ti te toca, respetado lector, dilucidar si “mis tientas y reparos a oscuras” descalabraron clichés o no en lo que vino hasta aquí; y seguirá ahora hacia fundamentos más inteligibles, en siguientes apariciones en esta página. ¿Un triste barbero de Tamaraceite se atreve a dar principios para que se aprenda a escribir desde el fondo de la barriga; qué, la cerebralidad y el corazón le quedan muy lejos? ¡¡¡así de grande, confuso y sorprendente es el mundo!!!.



Antonio Domínguez Herrera.

Comentarios

Entradas populares