Tamaraceite, lugarcito del mundo.


Todo lo que se haya alumbrado en mi pueblo como realidad, sea la que sea yo la amo porque me hago cargo de circunstancialidad  y de su inevitable devenir. Declaro que en ciertas indeseables circunstancias y hechos inapelables me congratulan con el que los padece y me congratulo al cien por cien “con mis hermanos” de todo el pueblo. “Soy capaz de ayudar a cargar cualquier cruz; ayudar, no he dicho llevar. Dicho esto, lo que viene no es mentira.
La afición y necesidad de pan, fue el freno, el gran freno de los humanistas honrados. “Lo mío” no teniendo importancia ninguna en lo colectivo, a pesar, es duro y dramático para mi. Todo ello lo he comprobado en el reformatorio esquematizado como cruz desde la tienda de Vicentito hasta el cafetín de Juanito Pérez. Los dos extremos restantes los conformaba la Iglesia (templo) de San Antonio y la impresionante y no menos grande casona azul (cielo) de don Paco Aguilar; que solo mirarla daba escalofríos “aquel mundo aparte” que se encargaba dar a entender “la mangrina” frotada a diario por las sirvientas en los ricos artesonados metálicos engarzados en la puerta de cuatro hojas, de las que llaman de medio punto rebajado, ensamblada en riga antigua de las riberas del Rhin, de una belleza rojiza única. En ese todo que era el reformatorio, en ese copo, estaba inmersa nuestra barbería; no contando las edificaciones, no crea usted que el solar excedía los tres mil metros cuadrados, aquel trozo de calle y plaza juntas. Muy bien, ese si que era un verdadero campo de concentración, un auténtico reformatorio porque formaba y formaba para volver a reformar y así sucesivamente. Fueron tantas las formaciones e informaciones en aquel sálvese quien pueda y primero yo y ande yo caliente ríase la gente, que me es imposible saber en cuanto me beneficiaron.
Era densísima la atmósfera en que nos movíamos desde el sábado a mediodía hasta el domingo por la noche con los bares hasta el llenazo, de Guelo, de Villegas, de Cristóbal; que no eran los únicos que alcanzaban “esas dignidades”. Lo era el cafetín de Horacio; la tienda de Juanito Pérez; y las tiendas de Mariquita Coello y Vicentito, que también echaban ron para afuera como quien lava y vino “abocado”, como si San Antonio Abad bendito les otorgara la promesa que seguramente le hicieron. Estoy en la opinión de si habría barco capaz de transportar las pipas de ron que solas estas dos tiendas despacharon cuando el ron venía en pipas; y estamos buscando otro barco, sin ilusión de ganar la apuesta, que sea capaz de transportar el que copa a copa, han despachado estas dos tiendas antes de que el ron empezara a venir embotellado.
Eso si, allí en aquel campamento, las luchas eran de aguantar la mirada y la sonrisa de uno, dos y hasta tres dientes de oro dentro de la boca de “los pequeños banqueros” en carne de comerciante. Los mercaderes se quedaban después de pagar a sus acreedores foráneos, con absolutamente todo el dinero de la localidad, procedente de la gran masa trabajadora; cuando se usaba tener a un hombre trabajando incluso los domingos hasta medio día (hasta las dos). Eso también, después de ir a misa de alba; mas que de alba era a las cinco de la madrugada.
Habían agricultores aristocráticos que depositaban pequeñas miserias en los bancos de Las Palmas; y fíjese el negocio que generaban que todos ellos al unísono delegaron en un tal Nono, que le llamaban el del molino, por ser ingente la cantidad de Nonos que a otras nonerias se dedicaban. Aún sin ordenador “este Nono principal” despejaba el trabajo propio en su parcela el molino; de la contabilidad del molino y al mismo tiempo el cobro de las cuatro letras de cambio y las gestiones que cliente con respecto a banco
aceptara sin recelo.
Exactamente por ese tiempo se dio un raro fenómeno de Arucas a Telde, consistía en un casa negocio asadero de chuletas en la  Santidad de Arucas al que iban cualquier día de la semana, los niños de papa cuando tenían dinero y coche. La cerveza era a payor y los rebenques de carne cochino nos los saltaba un galgo; iban a comer chuletas de cerdo a cá el Roío (roído en cristiano, porque la naturaleza no le devolvió la cuenta cuando negociaron las orejas). No puedo detenerme en todos los asuntos de todas estas cuestiones que están apareciendo porque se embrollará mucho. Mire usted; como ya Blondel tiene dicho; no hay nada que pueda quedarse por acabado, nada ni en lo que toca a los hechos ni a los principios ni a los deberes” y si eso es verdad (esperemos) no voy a seguir para adelante sabiendo que se me va a quedar esto a medias. Y encima ni lo leerán. Si llegaste aquí no creas que no adoro al pueblo cada día mas. Que nunca me vendí por dinero ¡estoy casi seguro que fue porque nunca nadie me lo dio! Estábamos todos a la venta nadie tenía dinero para comprar a nadie. Precisamente en esa circunstancia éramos libres de echarnos a correr medio desnudos y descalzos.

Antonio Domínguez.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cuando Antonio escribe, cosas de añoranzas, de recuerdos incrustados en la piel del alma, hay que deleitarse de su relato, sobre todo del teatro de circunstancias vividas en su amado pueblo. Su recuerdo es certero, con el color de la realidad vivida. Es difícil escribir de la historia de un pueblo, hay que tener cuidado con los problemas que pueden surgir, con las veniales verdades y esto sujeta, mas adecuado encorseta al verbo y al subconsciente. Anímenle a escribir cosas como esta, con comentarios y pregúntenle de cosas del pueblo.
Pedro Dominguez Herrera
Sergio Naranjo ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sergio Naranjo ha dicho que…
Hay mucha tela que cortar en este artículo. Sería agradable leer más artículos que no sean muy largos y que vayan desgranando todo lo que aquí se apunta.
Efectivamente, en tiempos, Tamaraceite parecía una suerte de pequeños barrios adosados, cada uno con su personalidad.
Yo tuve la suerte de vivir la zona que se apunta aquí como "Reformatorio", así como La Montañeta y La Cruz del Ovejero.
Y después nos pusieron ropa y no pudimos ni correr.
Feliz año nuevo, Antonio.
Síguele sacando zumo a todos esos recuerdos.
Anónimo ha dicho que…
Mi admirado Sergio, contemplo tu deseo y has de permitirme una respuesta extensiva a todos. He pensado mucho en como ha de ser la comunicación escrita en espacio breve. Lo he hecho de muchas formas y juro encontrarme igual de desconcertado que al principio. ¡Claro!, también te debo decir que amo la condensación; aborrezco el periodismo y su crónica; y la literatura en general, me dice muy poco. Tenerse que mandar un libro para descubrir en que tres líneas tiene una enseñanza, como mucho (excepción sea hecha de la filosofía pura, ajena al esoterismo metafísico) es comer sopa con la lesna.
Con todos estos datos en tu mano, por mí confesados, verás que mis escritos necesariamente son por mí reconocidas concatenaciones mal amañadas la mayoría; que en cuanto una dijo lo que tenía que decir y nota que se empieza a adentrar “en la paja” desconecta para dar lugar a que otra se exprese en sustancia; a dar lugar a que el pequeño espacio no sea malgastado en presentación desarrollo y desenlace; forma la cual a la altura intelectual actual que el lector tiene, me parece floja. Muy válida para remachar ideas de toda la vida, eso sí. Yo Sergio, tu lo sabes, pero los que leen esto no, soy un ser totalmente libre de miedos por creencias. La completitud de la felicidad de no temer al diablo, la alcanza la complementación de escribir un folio para la página; en huida de todo tipo de crónica, en especial de la alienante política, etc.
Festejo tu comentario, por tuyo y porque me ha puesto fácil dar una explicación que no siéndome “pedida” no había lugar a ser dada. Por tu permiso con el que sé cuento, me permito usar tu metro de espaldas para comunicar en general. GRACIAS Sergio.
Y ahora en concreto ¿hay mucha tela que cortar en mi artículo? Esa, es una verdad tremenda. ¿Es factible desgranarlo todo? ¡No! Porque se había de entrar en intimidades para naturalizarlos; tan a fondo que serían delito. Lo de tu tremenda observación acerca de los pequeños barrios con personalidad particular, obedece (es mi opinión) a que en el Tamaraceite del diecinueve habían cinco apellidos dominantes que se conocían de amor unas y otros y, “cinco cuñas rajando el palo” a pesar que muy junto (unido) va cada “trozo” por su lado.
Te deseo bienestar Sergio. Yo rindo homenaje a cada momento del año y no tengo porqué señalar ninguna fecha para comer y molestar cayendo encima con llamadas para engañar con parabienes y felicitaciones mentirosas que se olvidan antes de colgar el teléfono. No te felicito, pero tienes mi voluntad y mi corazón para todo lo que yo humanamente pueda.
Antonio Domínguez
Sergio Naranjo ha dicho que…
Muy bueno, ¿tú ves, Antonio? De donde quieras hablar, siempre sale una conversa que valga la pena.
Salud y pa'lante.

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