La unidad de los cristianos

Por Luis C García Correa
Hablo de "Unidad de los cristianos" y no de "Unidad de los católicos", porque pienso en todos los que creemos en Jesucristo.
Dicen los Hechos de los Apóstoles: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”. Estas palabras resumen la unión de los primeros cristianos, así como la voluntad expresa de Cristo.
La unidad de fe les fortalecía: era el fundamento de sus relaciones mutuas y de sus relaciones con los demás.
Aquellos primeros cristianos eran personas totalmente diferentes entre si. Cada uno tenía un carácter y unas características, individuales y sociales, peculiares. Igual que hoy.
La unidad no se opone a la variedad de razas, de lenguas… Respeta las características de cada cultura, con la única condición de que sean verdaderamente humanas.
Gracias a esa unidad, la Iglesia era católica y universal: una y la misma en cualquier lugar y época, siempre protegida por el Espíritu Santo.
Todos transmitían una sola doctrina. Y esto fue causa de persecuciones y muertes.
El Señor nos pidió en la Última Cena: … que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros.
La unidad tiene un valor inmenso. Nos debería servir para cambiar al mundo y ser hombres libres y no esclavos, como lo somos de los poderes perversos.
Es necesario rezar mucho y constantemente. Un medio es la Sagrada Eucaristía. San Agustín la consideraba ”signo de unidad y vínculo de amor”.
San Pablo hizo constantes esfuerzos por la unión. Por ejemplo, cuando pedía a los cristianos de Éfeso:“Os ruego que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, solícitos por conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”.
Todas estas virtudes manifiestan la caridad, que es el vínculo de la unidad de la Iglesia.
La caridad une. La soberbia, por el contrario, separa.
Para poder llevar nuestro mundo a Dios todo debe ser coronado por el amor (incluso si nuestros desvelos y amores no son correspondidos).
“El hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada”.
Poner los medios para no dañar la unidad de los cristianos, por amor a la Iglesia, es responsabilidad de todos.
Evitemos todo lo que pueda ser ocasión de discordia entre nosotros. Fortalezcamos todo lo que sea ocasión de entendimiento y de concordia.
Si no podemos alabar, callar. No permitir que la lengua nos desuna.
Los católicos tenemos como principal abogada y mediadora a Nuestra Señora y Madre la Virgen Santa María. Ella es la Madre de la Unidad, porque es la Madre del Amor. Roguémosle y su ayuda hará que crezca la fe y la unidad entre nosotros.
Que así sea, y así lo pidamos, para el bien del mundo, desalojo del mal perverso, y la unidad de los cristianos.

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