Los Adivinos

Por: Pedro Domínguez Herrera
Hace mucho tiempo aquí en Tamaraceite y muy parecido en el resto de la geografía nacional, para los niños eran tesoros los trocitos de cristales de colores, las tapas de las botellas para jugar a la Chapa, (Las mas codiciadas eran las de Coca Cola), las gafas de cartón y celofán rojo o verde, pelotas y muñecas de trapo, con el aderezo de la imaginación y la candidez que llegaba y sobrepasaba a la edad adulta.
Muchos de los mozos que eran llamados a filas se enteraban mientras jugaban al boliche. Por un “becerrío” (Vocerío contundente de las enrabietadas madres de La Montañeta: - “El cartero trajo la carta pal cuartel”
Los jóvenes eran inocentes del Señor. Muchas púberes creían que por un beso podían quedar embarazadas. Había una especie de terror incrustado en la grutas del alma por el pecado.
Fue una época aciaga muy cruel con la juventud, en que los padres eran arengados a que castigasen a los hijos, los maestros saciaban sus problemas con los niños, (“La letra con sangre entra”) y en Los tomateros acababan muchos a los doce años. Los militares remataban la faena con disciplina y castigos degradantes a la dignidad humana. Podría seguir enumerando y dando los perfiles, pero el que lo vivió, lo sabe. Los mas jóvenes no creen que hace unos cincuenta años estuviésemos tan atrasados por lo que pongo…
Se preguntarán a qué viene esto de los adivinos con lo escrito hasta ahora. Es que por esta “ no sana ignorancia” aconteció en la Plaza de San Antonio Abad del muy noble pueblo de Tamaraceite: la plaza estaba llena con gente expectante hasta en las balconadas y las azoteas, y era que un gitanillo aprovechó que estábamos en fiestas para hacer su espectáculo. En el rellano de la escalera cual tarima o atalaya para hacer sus adivinanzas mientras unas pu… que le asistían pasaban unos sombreros de pedida vestidas con sedas vaporosas baratas y de colores extraños. Actuaban con todo el descaro y atrevimiento que el decoro impuesto permitía, dejaban ver y entrever las asillas del sostén y esto era pólvora que llenaba los gorros de lascivas perras. Había uno que al instante se enamoró de una partenaire que pasaba la “regoleta”; se arrancó con una peseta de papel que tenia cual tesoro en una carterilla que se había encontrado en el estiércol del Puerto. Ella le sonrió y le acaricio el mentón, el cual tenía la barba mas dura que las púas de un puerco espín. La miró candorosamente con ojos de niño asustado. La pérdida de la peseta hizo que estuviese toda la semana siguiente fumando de gorra, aparte de alguna colilla que tiraba el encargado de los tomateros
El gitano con un pañuelo de lunares en la cabeza, que era posiblemente un espabilado de la Isleta, dijo solemnemente:  “Voy a adivinar ciertas cosas de ustedes.” Previamente había comprado información a los chiquillos, tales como edades, nombres o parentescos con los que maravilló a casi toda la muchedumbre.
Hoy todo sigue igual con pequeñas connotaciones; los engaños son mas sofisticados. Antes, las mujeres guapas ejercían y las feas se casaban. Ahora es al revés. Lo digo sin generalizar y con mucho respeto. Antes, maduraban jugando al boliche y con las muñecas de trapo. Hoy con los móviles. ¡Están enganchados como totorotas!
Los adivinos de ahora saben más de nosotros que nosotros mismos y no nos pasan el sombrero y no nos sonríen metiendo sus manos en nuestros bolsillos. Hoy estos prestidigitadores ejercen sabias directrices sobres las masas que les permiten vivir como marajás.

Comentarios

Tino Toron ha dicho que…
Amigo Pedro: Cuando empecé a leer tu relato, me preguntaba por lo que tiene de "Adivino", hasta que intrigado lo descubrí.
Para mi, es un relato con contenido histórico, terminándolo de forma teatral como en realidad lo fue.
Te felicito
Saludos,
Pedro Dominguez Herrera ha dicho que…
Te agradezco el comentario amigo Tino En estos momentos la lluvia suena el las planchas del patio dándole al ambiente una melancólica música de tempestad Gracias

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