El respeto y el insulto

Por Luis C. García Correa
La convivencia exige respeto.
A toda persona, sin excepción, se le exige y se le debe respeto.
El insulto procede de los maleducados, de los irrespetuosos; en ocasiones, de personas agresivas.
Quienes insultan, ¿han tenido la oportunidad de verse en el momento de proferir el insulto?
Quien insulta, ¿le gusta ser insultado?
La medida con la que medimos es la misma con la que nos van a medir.
La palabra es el medio de comunicación por excelencia. Con la palabra se habla de amor, y con la palabra se insulta faltando al respeto, e incluso al honor.
Respetar no se improvisa: se aprende de niño y se practica a lo largo de la vida.
El respeto es una de las mayores manifestaciones de la bondad, de la igualdad, del honor, de la educación, del amor y de la libertad.
¡El insulto degrada a quien lo dice, quien, además, siempre pierde su causa, por mucha razón que tenga!
En efecto: no existe razón para insultar. Se insulta por falta de honor y se falta al respeto, dejando dicho quien soy.
¡El respeto y la consideración son expresiones del amor! Cuando se practican en la libertad, conducen a la santidad.
El respeto es uno de los cimientos de la felicidad. No puede haber felicidad en la falta de respeto.
El odio suele desencadenar el insulto. Y el insulto alimenta el odio.
“¡El insulto es el cimiento del odio exacerbado!”
“¡El respeto es el cimiento del amor honesto!”.
¿Cómo llegar a las personas que insultan y faltan al respeto, para hacerles comprender que sus sentimientos están atormentados y que si los moderan sentirán la felicidad, pues no se les ocurrirá insultar, ni faltar al respeto?

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