El llanto de los gofios
Por Antonio Domínguez |
En departamentos donde se hace de
comer (cocinas), creen los que allí están, que son portentos totales y se
comportan (dando meneos del culos y tonos que dejan con la boca abierta al
mas que se la echa de sabio social) como
catedráticos que esperan el Nobel.
Por culpa del hambre histórica
que siempre padeció España, triunfa hoy la elaboración de comida por la que
compiten hasta con participación de escolares. A los cuales meten en unos
apuros de responsabilidad para mayores que dan pena; del mal trato y abuso
llenándoseles de responsabilidad- pena, acorde a sufrimientos de Santa María
(el penal)
Es increíble ver como estos
cocineros hediondos, enseñan a montar platos con las manos desnudas
contaminando alimentos y con la cara encima de la comida; invadiéndola de
infecto vaho. La comida es a la vida lo que el aire, que es al por mayor, nunca
ha faltado y de momento está seguro (es por lo que no se habla de él ni se le
hace caso) otra cosa es la comida.
No hay mayor señal de muerto de
hambre que la pleitesía a la comida qué, ya no importa tenerla de sobra porque
las hambres se dividen en tres : la normal biológica, la grandísima cuando no
hay de que alimentarse, y la psicológica sentida desde los ancestros que la porta el individuo en
sus huellas mnémicas. Cuando se la tiene, nunca SE habla ella en ningún caso;
cuando no se padece hambre psicológica o genética , que son hambres que cuando
atacan, no importa tener el estomago lleno. Son ordenes cerebrales mnémicas que
vienen de generaciones; que abochornan al mas pintado que hasta se le cae la
baba ante la comida; quedando que no tiene para comer- demostrando ganas
ancestrales las de necesidad y haciendo el ridículo parándose en todos los
ventorrillos a mirar la comida con cara de ansiedad; qué hasta un niño pequeño
ve que ese hombre ha venido desprotegido de alimento durante generaciones
(aunque durante toda su vida haya disfrutado de palacio y de todos los vinos y
manjares. Hay personas que siempre tuvieron comida y sin embargo sienten angustia ancestral ante la
presencia de alimento y sus olores, seguramente por el hambre que sus
antepasados pasaron en asedios o en Cuba mismamente.
Ahora los cocineros se llaman
chefs y es inconveniente- atrevimiento,
tope y bisoño, verde; el rango que se le quiere dar a la mezcla de alimentos
para guisar; lejos de los sabores ancestrales. Aun por sofisticados son platos
para su público y no es determinante que ese público (cuatro gatos) ponga el respingo
de placer en el cielo; puesto que ahí no se va a comer, sino a figurar. Es de mala saña y mal
gusto ahumar “manjares” con nitrógeno a través de las pantallas de tv. Ante el
desconsolado pueblo español , que jamás tendrá ocasión de probar eso; porque lo
cobran treinta veces mas caro que comida bien hecha, abundante, sustanciosa y,
hasta sabrosa. Mantendrán la incógnita manteniendo alejados a los de las
alpargatas, bermudas y tatuajes (que es como tendrán al mundo alejado de esas
“fregaduras” carísimas; porque el gran publico no puede permitírselas y por
ello jamás las podrá “descubrir”. Y el pequeño público (son pocos los que
tienen el dinero; además de los políticos con sus dietas millonarias) aunque no
les guste la comida se satisfacen en dejar muchas sobras, propina escandalosa,
por la carestía de los precios y salen hablando bien; y satisfechos porque
pocos son los que pueden pagar setecientos euros por cabeza y vinos de
trescientos euros la botella.
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