Domingo de bendiciones en Tamaraceite


En los últimos años del siglo XIX, una de las  dueñas de la finca de La Mayordomía de Tamaraceite, Doña Úrsula Quintana, introdujo las fiestas de San Antonio Abad y la Virgen de los Dolores. Tamaraceite por aquellos años no tenía templo parroquial y fue a comienzos del siglo pasado cuando los vecinos se unen para construir un templo digno para Tamaraceite. Aunque el templo actual se construyó,  entre 1921 y 1922 y desde entonces incluso tenía un sacerdote encargado,  no era todavía parroquia ya que  pertenecía a la parroquia de San Lorenzo. Los vecinos reclamaban por aquellos años formar una parroquia independiente de la de San Lorenzo y fue en el año 1923  cuando hay constancia en el Obispado de que Tamaraceite  pedía segregarse y formar una parroquia distinta, alegando el gran número de habitantes y la distancia entre las dos poblaciones.  En el año 1937, siendo obispo de la Diócesis D. Antonio Abad Pildain y Zapiain se crea la parroquia de Tamaraceite  poniendo como patrono a San Antonio Abad, ya que a finales del siglo XIX, ya se celebraban las fiestas en honor a este santo.


El día del santo, por aquellos años, cuando aún no había parroquia, los vecinos tenían por costumbre llevar a sus animales de compañía y domésticos a que el santo los bendijese, y es ahí, en la ermita de La Mayordomía donde históricamente se realizaba este acto. Años más tarde, allá por los años 70, para revitalizar al barrio, a la comisión de fiestas de entonces se le ocurrió llevar la Bendición de los Animales hasta la Plaza de la Cruz, la gente del lugar decoraba con flores una gran cruz y montaban un altar esperando la llegada de San Antonio el Chico, el segundo domingo posterior a la fiesta. Este acto se continúa celebrando en la Montañeta de la Cruz, aunque las condiciones de los años 70 no son las de ahora y el estado de las cuevas que están debajo del monte, rayan hasta el peligro por derrumbe, ya que no hay que olvidar la naturaleza volcánica de la Montañeta de la Cruz y las numerosas casas cuevas que por allí hay, algunas pasando por debajo del lugar de concentración de los vecinos.

Otro de los actos que se realiza este día es la Bendición de los Bizcochos. Todavía las personas de nuestro pueblo de setenta u ochenta años recuerdan aún con gusto los bizcochos de Mariquita Villegas. Este día los vecinos se lanzan a la plaza de Don Ceferino Hernández  a "saborearlos" porque se continúan haciendo. Los famosos bizcochos lustrados estaban hechos de una masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar cocida en un horno pequeño y en trozos de distintas formas y no gran tamaño. Se le llamaba lustrado porque estaba cubierto de una capa de almíbar a punto de nieve que se cristalizaba al meterla en el horno. Los coches de hora hacían su parada justo enfrente de la tienda de Mariquita Serapita, en la misma curva, y muchos de los que en ellos viajaban bajaban a comprar los famosos bizcochos de Tamaraceite.

A la casa de Don Benito Pérez Galdós en Madrid llegaban puntualmente estos famosos dulces, así como otros muchos productos canarios. Con él vivían, en torno a 1912, dos de sus hermanas, Carmen y Concha, que también habían fijado su residencia en la capital. Ambrosio Hurtado de Mendoza Sáenz, nieto de su hermana Carmen recordó en un congreso galdosiano lo siguiente: En la despensa de la casa de don Benito no faltaban nunca las rapaduras isleñas en sus variedades de huevo, azúcar, café o achocolatadas; el gofio de millo, los bizcochos lustrados de Tamaraceite, los higos pasados herreños, el millo molido en forma adecuada para preparar el frangollo, morcillas viejas, secas; almendras de Santa Lucía de Tirajana, para preparar toda la gama de dulces canarios a base de ellas; los quesos 'curados' y picones como papel de lija, carne de cerdo salada, etc., etc.

Estos dos actos, la bendición de los animales y la de los bizcochos lustrados, son dos de los actos más emblemáticos de estas fiestas capitalinas que, como dicen algunos, se resisten a desaparecer.

Por Esteban G. Santana Cabrera

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