“ALUMNO DEL COLEGIO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. ESPAÑA”

Por Luis C. García Correa
A lo largo de muchas generaciones, la Compañía de Jesús, los Padres Jesuitas, han formado a numerosas familias, entre ellas la mía.
Los Jesuitas han marcado y reforzado los valores que nuestras familias nos han grabado y en los que nos han educado.
Viví y recibí las enseñanzas de la última generación de Jesuitas vascos.
Los recuerdos son imborrables e imperecederos: se quedaron grabados en mi corazón de forma indeleble, y allí permanecerán por toda la eternidad.
“¡Reforzaron los valores de la honestidad, de la lealtad, de la fe y del amor a Padre Dios y a los demás como a nosotros mismos!”
Me infundieron el valor y la necesidad de la honesta participación, en especial de la unión con los demás necesaria, vital, honesta y verdadera.
Las enseñanzas recibidas de los Jesuitas han sido y siguen siendo de tal valor y de tal poder que después de 88 años siguen vigentes, están activas y son una parte importante en la razón y comportamiento de mi vida.
Los compañeros de curso aún seguimos reuniéndonos un día al mes y cada año. Ya somos muy pocos: la cuarta parte de las dos secciones de nuestra época. Terminamos el bachiller en el año 1949.
Nos siguen uniendo los mismos valores: AMOR, AMISTAD y COMPAÑERISMO. Los compartimos entre nosotros, y tratamos de repartirlos y compartirlos con todos los demás amigos.
Esos valores siguen vigentes y activos, y así han sido para los que ya nos han precedido en la muerte y resurrección en La Santísima Trinidad. Allí nos espera San Ignacio de Loyola y todos los demás santos y profesores jesuitas, de quienes recibimos lo que somos y seremos hasta que nos volvamos a encontrar en la eternidad.
Esos valores nos han permitido vivir la dicha de encontrar razones y vivencias para ser respetuosos y solidarios con los demás y entre nosotros.
La hermandad y solidaridad son un leitmotiv que nos han dirigido, dirigen y nos dirigirán mientras vivamos. No sabemos ni queremos vivir de otra forma y manera, sino actuar de la forma y manera que nuestros padres nos transmitieron, y que los Padres y Hermanos Jesuitas amplificaron en esa maravillosa época de la vida, de la niñez a la juventud, y que quedaron grabados a perpetuidad.
Gracias Padres y Hermanos.
Gracias por la riqueza de valor incalculable que nos dieron y que nos ha permitido vivir con felicidad y con libertad.
Nuestro agradecimiento es y será eterno y verdadero.
Hemos podido vivir, y vivimos, de acuerdo a esa conciencia que nos desarrollaron junto a los valores, y que ha sido, es y será la meta a alcanzar del bien hacer, para que, cuando nos llegue la hora de la muerte, podamos mirar hacia atrás y recordar y agradecer el bien que nos dieron, el bien que hemos hecho y el eterno agradecimiento a los Padre y Hermanos Jesuitas.
Somos Jesuíticos y siempre los seremos.

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