Espacio natural a cambio de cemento, neumático reciclado y césped artificial
Por: Esteban G. Santana
En nuestra ciudad en los últimos años ha habido una
"fiebre de fútbol" que ha hecho que los distintos consistorios se
hayan volcado en la construcción de campos de fútbol por toda la ciudad.
Generalmente en lugares donde ya había campos anteriormente, de tierra y sin
cemento, donde los chiquillos nos revolcábamos y llegábamos a casa llenos de
tierra pero respirando aire puro. Hoy es otra cosa, y ya los niños hasta
podrían utilizar la misma ropa dos días seguidos sin mancha alguna. Esto me ha
llevado a echar la vista atrás, cuando el balón en mi barrio, Tamaraceite, no
rodaba sin tropezar con las piedras de los estanques que servían de campo de
fútbol y que proliferaban en nuestro valle, por ser una zona muy rica en el
sector agrícola. Los estanques abandonados como el de Las Cañas, el de Machado,
el de La Manzanilla o el de Pepe Rey y Hoya Ayala, eran los campos improvisados
donde nos reuníamos, sobre todo en aquellos grandes torneos de aficionados. Los
"Piratas" dirigido por Lorenzo Marrero, "San Antonio" de
Ramoncito el “cabo primera”, "Juventud Tamaraceite" que lo entrenaba
Antonio Arencibia y donde jugó Juanito Guedes, eran algunas de las formaciones
de Tamaraceite que cada verano se enfrentaban por conseguir el preciado trofeo.
También había otros equipos aficionados como el “Victoria”, llevado por
Gregorio el pintor, el “Rival” y “El Puente”. Incluso venían equipos de fuera
lo que hacía más emocionante el torneo como el Artemi, Costa Azul, el Chile,
Haricana, Once canarios, Pilar, River Plate o Simancas. O el mismo antiguo
Campo de Juan Guedes, el de tierra, donde ahora está la piscina, los chiquillos
íbamos a jugar libremente, eso sí, respetando y no dejando las piedras en mitad
del campo ya que jugar a campo entero se nos hacía mucho. Ese olor aa tierra
mojada cuando caían cuatro gotas hacía que el balón rodara como una bala y en
los partidos del Támara pudiésemos ver a nuestras figuras correr como motos.
Todas estas imágenes quedan ya en el olvido y a
cambio hay más espacio natural "destrozado" para construir campos de
fútbol de césped artificial, como los grandes proyectos de San Lorenzo y el barrio de La Suerte. Más cemento con la
excusa del fomento del deporte. Estos campos no van a aportar nada al interés
general, como no le aportan los de la Mayordomía, que son utilizadas por
equipos de fuera y los vecinos de a pie no pueden ni pisarlos. O lo que es lo
mismo, un espacio por donde antes podías salir a pasear o a sacar el perro,
respirar aire puro, coger margaritas y ver los lagartos, ahora se va a
convertir en ruido, competición, tráfico, e incluso en ocasiones hasta
contaminación acústica para los vecinos por parte de los usuarios del deporte
rey. Y paara más inri, al fondo, en la ladera de la Montaña de San Gregorio,
500 viviendas más, con más cemento y asfalto.
Con respecto a los materiales utilizados en esta
construcción "masiva" de recintos futboleros, los campos de césped
artificial están fabricados con polietileno (fibra), poliuretano o látex y
cientos de toneladas de arena y relleno de rendimiento, normalmente neumático
reciclado, por eso ese olor como a rueda quemada, que sirven para dar
amortiguación al campo. Según un informe realizado por el toxicólogo de la
Universidad de Utrech, Martin van den Berg, los componentes cancerígenos
estarían presentes en el sembrado de caucho usado como método de amortiguación
y que, en más del 90% de los casos, es extraído de neumáticos reutilizados. El
reciclaje incluye procesos químicos con azufre, para prolongar su vida útil,
además de óxido de zinc, antioxidantes e hidrocarburos aromáticos policíclicos
(HAP). Hay otros autores como Salzmann
que afirman que el utilizar materiales reciclados, resulta beneficioso para el
medio ambiente, como es el caso del empleo de los neumáticos para transformarlo
en caucho reciclado donde se ha demostrado al 100% que no hay riesgo en su uso.
¿A quién creemos?
Lo que está claro es que estos campos necesitan un
mantenimiento adecuado y deben renovarse cada diez años, siempre que hayan
tenido un correcto mantenimiento y uso, que no es el caso en muchas de las
instalaciones de nuestras ciudades, al ser cada vez más los recintos y los
operarios municipales de mantenimiento los mismos que hace años. Porque no veo
yo al ayuntamiento utilizando rellenos naturales como el corcho o la cáscara de
nuez como alternativa al neumático reciclado que es mucho más barato.
Echo de menos los campos de tierra donde no solo
servía para jugar al fútbol sino se desarrollaban fiestas, conciertos,
festivales y demás. Donde no había vallas ni rejas ni carteles de prohibido
pasar. ¡El progreso dirán!
Comentarios