¿Y si habláramos de Dios...?

Por Enrique González Araña.
Recuerdo una conversación con nuestro Fernando Sagaseta. El decía de sí mismo que era ateo. Yo decía de mí mismo que era creyente.
Recuerdo la conversación con la resonancia emocional del amigo tan ausente y tan cercano.
Fernando, con sincero y delicado respeto, me preguntó: ¿Y en qué varían las cosas, en qué el comportamiento, creyendo o no creyendo?
¿Y si habláramos de Dios, qué pasaría?
Recuerdo también una entrevista en la tele, en la que el entrevistado hablaba de una corriente espiritual, que se la tiene por no creyente en la existencia de Dios, porque de hecho es una palabra que no existe en sus libros, ritos o conversaciones. Una aproximación más respetuosa a esa corriente, nos decía el comentarista, nos lleva al descubrimiento que en realidad en su cultura la atención a la experiencia de la divinidad de la existencia es tan radical, que se huye de usar un nombres o símbolos que puedan ser un obstáculo, un encasillamiento, que limite el desbordamiento (la trascendencia diríamos en Occidente) de aquella vivencia.
Y también recuerdo (es un vicio de los viejos....) la fábula de Esopo, esclavo afamado por su sabiduría y por sus guisos, que solicitado por su señor para que elaborase un menú con el mejor y el peor de los platos de su repertorio, en ambos casos, ofreció un guiso elaborado con estofado de lengua. Ciertamente la palabra que sale de la lengua es tanto vehículo para el mayor bien que es la Verdad, y el mayor mal, que es la Mentira.
¿Y si habláramos de Dios, qué pasaría?
En algunos oídos, la palabra “Dios” sonaría como la mayor de las supercherías, justificación de abusos, privilegios, guerras, explotación y dominación, bálsamo y droga paralizante, opio del pueblo....
En otros oídos, la palabra sintonizaría con lo más profundo de su ser, emoción, pensamiento, y decisión. Como rocío que serena las tormentas, como aguijón que remueve las piedras. Visión clara en la confusa oscuridad, quietud o exuberancia de la mente. Paz serena en la actividad desbordante. Impulso vital, instinto, deseo y logro ...
En nuestro mundo llamado posmodernista, en que las referencias que han venido sirviendo de cauce a la convivencia de los humanos, se disipan en una crisis de identidad de dimensión mundial, es preciso, urgencia vital de la civilización humana, escuchar, oír las voces más profundas de nuestro ser que nos permitan acertar caminando sin caminos.
¿Hablamos de ... ?
Oigamos, escuchemos, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón, respondamos con nuestros actos, y nuestro ser.
Y reverdecerá el desierto.
Hay palabras cuyo significado no depende de la inteligencia de quien las dice, sino del corazón de quien las escucha.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Gran articulo de Enrique,que expresa el compromiso cristiano
Anónimo ha dicho que…
Gran articulo de Enrique,que expresa el compromiso cristiano
Anónimo ha dicho que…
Si habláramos de Dios otro gallo nos cantaría
Anónimo ha dicho que…
Un artículo muy bueno de un hombre impresionante que ha hecho muchas cosas por nuestro pueblo sin darse ninguna importancia. Una de sus reconocimientos es la de ser Hijo predilecto de la Ciudad a propuesta de los portuarios por su apoyo y defensa muchísimos años. Muchas gracias Don Enrique por su artículo.

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