Homenaje al padre

Por: Sergio Naranjo
Hay padres que entendieron la vida formando una familia y dedicándose a ella. Que no conocieron niñez y quisieron tener niños que lo fueran. Que cuando les tocó a ellos esa edad se la pasaron recorriendo a pie las para eso enormes distancias que van desde Lo Blanco a San Gregorio, a Tamaraceite, a San Lorenzo, donde entre plataneras conoció el amor de su vida y para toda ella. En jornadas de trabajo de las cinco de la mañana a las ocho de la tarde; de zurrones de gofio; de jarras de agua en fuentes y chorros; de romerías a fiestas; de isas y folías.

De servicios militares de dos años en sitios tan lejanos como La Isleta; de no saber apenas leer y escribir; de trabajos en aquella empresa de prefabricados de Diego Betancor. De trabajitos y fatigas para tener aquella casa lozana y vistosa, aún pintada de blanco, con puertas verdes en San José del Álamo, siempre inacabada, como de gente pobre, pero apta para hacer una familia, mucho mejor que aquella cueva donde nació. Locura de contento cuando llegan las Pascuas, niño como no lo fue nunca, enseñando la alegría de vivir en medio de tantas necesidades y penas. Mi primer recuerdo es una mañana de Reyes, aturdido, levantado al alba de la cama caliente para ir al zaguán, donde mi padre, eufórico, me enseñaba todos aquellos regalos que me dejaron boquiabierto, y mis ojos como platos fueron su alegría.

Tantos años a pie, diciéndome adiós con una mano hasta trasponer en la vuelta de la pedrera, el cartucho de papel con el bocadillo en la otra mano, camino de La Minilla, camino a través por aquellos inhóspitos lugares, para hacer su turno de tarde. Noches enteras de temporales de viento y agua, a la fantasmagórica luz de las velas, mi hermano recién nacido, mi madre y yo llorando el horror de la espera, hasta que aparecía, empapado, mal protegido con un plástico o una gabardina de aquellas de pobre. Hasta que sacó el carné y me dio a elegir, qué quieres Sergio, el coche o el motor con la tele. Y elegí el coche, no más caminar. Y se trajo su Austin 1.300, inglés, rojo fuego, que no te compres el 850, papaíto, que eso es una porquería.

Y cuando éramos felices con lo poco, los malditos caciques, que en el afán de su mezquindad y su miserable riqueza nos dejaron en la calle, sin dinero, para que ellos pudieran tener más, ganar más, ser más ricos. Y mi padre a revolver contenedores para buscar cartón y que pudiéramos comer. Yo no tuve el Pegaso de Rico, pero no me faltó mi juguete, ni se dejó de hacer el árbol, ni faltó el libro de la escuela, aquel que un maestro arrojó al suelo sin contemplaciones porque yo no le estaba haciendo caso, dineral de mi padre que al otro no le costaba nada despreciar.

Jornadas enteras agotadoras, esclavistas, con aquellos explotadores que se hicieron ricos con él y su sudor, para que yo le respondiera con insolencia, con desprecio a su poco estudio. Supo sacarme del seguro camino a la delincuencia que llevaba yo, dándome como último recurso esos estudios de “electricista, pero no de los amañaos, que este es maestro industrial”, se vanagloria en decir.

Hay padres como el mío, y ahora que llega su día no sé bien si el felicitado he de ser yo, cuando lo miro, en la recta final de su vida, siempre servicial, siempre solícito, siempre lejos de vicios y faltas a su casa. Horrorizado con la violencia a las mujeres que él nunca practicó porque le pareció de poca hombría pegar a una mujer. No dejo ahora de alabarle sus cosas, su cultura, su sabiduría, sus costumbres. Digo, orgulloso, que le acepto la herencia que me dejó: el respeto, quién supiera transmitirla. Me gusta oírlo cantar las canciones de Antonio Molina, verlo contento. Y repito parte de aquella canción obrera del poeta Agustín Millares Sall, que me estremeció el alma porque aquel obrero era mi padre: “Obrero de Las Minillas / cemento y sol en la cara / contigo el tiempo se aclara / derrumba el muro y camina.”

Felicidades, maestro Chano.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Buf! ¡Vaya llorona! Hay muchas cosas en lo que has escrito que aun a diferencia de edad entre tú y yo implican a tu padre y al mío. Mi padre aun teniendo su oficio de herrero como viviamos en una finca pues trabajaba en ella practicamente de sol a sol (también mi madre)
La casa herencia de mi madre siempre estuvo alquilada y hoy me pregunto porqué. Se que el día que mis padres tuvieron la casa disponible(yo tenía ocho años) mi madre no trabajó más y mi padre dejo de trabajar la tierra y se fue a trabajar como herrero en la empresa de Diego Betancor, en La Minilla y como tu bien dices, los madrugones y todo aquél camino que tenía que hacer para llegar hasta allí. Mi padre también en una ¿crisis? de hace unos cuantos años y cuando ya la cosa de la herrería empezó a decaer se vió en la calle, a su edad buscando un nuevo trabajo, recuerdo que mi marido también estaba parado y allá salían los dos (yo tenía mis hijos pequeños) desde la mañana a buscar trabajo, allá donde les dijeran que estaban buscando. Muchas vivencias en común amigo Sergio. Mi padre y mi marido ya no viven pero un renovado recuerdo en este día, una oración y unas flores para ellos es todo lo que puedo ofrecerles. ¡Felíz día del padre!
Mireya Coromoto ha dicho que…
Me gustaría pensar que todos tienen el mismo recuerdo que usted, de su padre, pero.... no lo creo. Lejos de vicios y sin faltas a su familia, ¿usted cree que hay muchas personas que asumen su responsabilidad con su familia? Tantos hogares separados, con posibilidades de estar unidos y salir adelante sin hacer daño a esos menores... Todos conocemos a familias así, destrozadas.
Caballero, hoy que le veo con cara feliz, le amargo la fiesta,jaja. Bueno una anécdota, yo recuerdo a mi padre, que era albañil, quitándonos el inodoro en el baño de casa para llevarlo a una casa más necesitada. ¡Qué padre!jaja, era precioso para mí.
Creo que la falta de cercanía a Dios, nos hace cada día personas frías, que no estamos pensando en los demás, en ayudarnos en familia.
¡¡¡Feliz Día del Padre!!!
Sergio Naranjo ha dicho que…
No, no he llorado, es sólo que me siento muy orgulloso de mi viejo. Y cuando un animalito como yo se pone poético se queda en patético. Sólo eso.
Chasgrasias por leer todo eso. ;-)
Luciano Santana Cabrera ha dicho que…
Felicidades don Sergio por la escritura y por la onomástica.
Anónimo ha dicho que…
¡Ay Sergio! Quizá me expresé mal cuando dije ¡Vaya llorona! Me refería a la que había cogido yo leyendo lo que habías escrito. Muchos recuerdos de mi padre vinieron a mi mente ¡Gracias por compartirlo en el blog!

Mireya me imagino que cuando este señor habla así de su padre, aunque yo lo del mío lo viví unas cuantas generaciones antes que él, le pasa como a mi, habla desde la admiración al sacrificio que le toco hacer para sacar su familia adelante. Por eso me he sentido identificado Ya veo que tu también has tenido el privilegio de tener un buen padre y te felicito por ello.
Como anécdota añadir que en mi infancia mi padre antes de ir al trabajo se dirigía a tres vaquerias en distintos puntos del barrio para traer la leche para su nena ¡o sea, yo! ¡pobre padre mío! Con lo cómodo que habría sido tener en casa una latita de leche en polvo...
Anónimo ha dicho que…
Sergio siento una envidia sana por como hablas de tu padre,del que seguro estaras orgulloso,yo no puedo decir lo mismo del mio y no hago el relato porque entonces no quiero esforzarme mucho en recordar a ese golfo que fue mi padre,te pongo un ejemplo despues de cerca de 15 años sin saber nada de mi,quiso reuperar a su hijo y tenia detalles conmigo,un detalle que recuerdo fue un reloj Cauyny,que me vino de perilla,estaba flojo de perras y lo vendi.¡Gracias Papa!,las perras me vinieron de maravilla,
Se que la mayoria de padres de nuestra generacion son como el tuyo,esa generacion de padres ya empezaban a preocuparse que sus hijos estudiaran,felicidades de nuevo y por una vez en uno de tus escritos has dejado la flema,ami pareces hasta ingles.

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