Los espantosos efectos de los Carnavales
Por: Don Luis C. García Correa y Gómez |
Fue espantoso ver la suciedad que quedó esparcida por las calles: botellas, bolsas, contenedores quemados, orines y no sé cuantas cosas más inundaban la calzada.
Pero hubo algo mucho peor: la agresividad y la falta de respeto.
¿Cómo serían los carnavales si la gente fuera con antifaz o se tapase la cara?
Las muestras de acritud y el aire de violencia es enorme. Además sin causa alguna.
¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Qué somos? Por un quítame allá esas pajas, o por nada, la gente se da de tortas; y todos los de alrededor espectadores sin hacer nada, contemplando el espectáculo.
¿Esto es espantoso? Atendiendo médicamente o curando heridas y traumatismos, e intoxicaciones etílicas, de alcohol o de drogas.
No hay derecho a ensuciar los espacios comunes y quedar como si aquí no hubiera pasado nada.
Los barrenderos, a quienes cada día admiro más - pues son los que limpian la basura y las inmundicias que arrojan los demás -, nos cuestan sus sueldos que los pagamos todos con nuestros impuestos.
¿Qué carnavales son estos?
Tenemos que aleccionar a nuestros hijos y nietos que ese comportamiento es de salvajes, de gente mal educada y, además, puede resultar tremendamente peligroso.
Los cimientos de la sociedad y de la convivencia se apoyan en el respeto mutuo.
¿Cómo puede actuarse como si la única forma de divertirse sea ésa?
Aunque se quiera excusar este comportamiento diciendo que es una minoría, me dicen que es la mayoría, porque si no se comportan así los llaman “friqui”.
¿Qué clase de libertad es esta donde se perjudica con ruidos, con suciedad, peligrosidad y no sé con cuantas cosas más? ¡La pena es que son hechos de unos jóvenes grancanarios!
Tenemos que sentirnos avergonzados.
Y yo me siento tremendamente preocupado.
¿Qué podemos hacer?
Realmente no lo sé. Porque tampoco sé cuáles son las motivaciones que mueven a esos jóvenes a comportarse de esa manera.
Recuerdo aquel programa de Televisión “educación vial”, que tuvo su éxito y del que muchos aprendimos. Puede que, a lo mejor, un programa de este tipo que fuese de “educación ciudadana”, podría ayudar a mejorar nuestra forma de comportarnos para vivir con alegría las fiestas pero, sin necesidad, sin caer en la chabacanería y el incomodar a los demás.
Lo que sí sé, es que eso no podemos ni debemos permitirlo.
Nadie tiene el menor derecho a ensuciar los espacios públicos.
Nadie tiene el menor derecho a molestar a los vecinos.
Nadie tiene el menor derecho a no respetar a los demás y no digamos si encima se les agrede.
Todos tenemos la obligación de ser buenos ciudadanos, pero todos.
Esto es un tema de toda la sociedad en su conjunto: primeramente de los padres, luego de los educadores, y luego la sociedad en general.
Supongo que se tiene que empezar desde niños. Los padres les deben dar las normas de convivencia, apoyándolas en valores morales o religiosos, pero valores. Dicho con una palabra: Educándolos.
Estos comportamientos son denigrantes, son unos malísimos ejemplos, para los más pequeños y no digamos qué imagen se llevan los que nos visitan, encima el daño que producen.
Aquí queda nuestra queja y nuestro ruego.
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