Mis vivencias

Por Luis C. García Correa y Gómez
Mi amigo, y compañero en el Ayuntamiento de Las Palmas, Nicolás Socorro Soto, pensamos que pudiera ser interesante exponerles nuestras vivencias, anécdotas y experiencias de cuando fuimos concejales del Ayuntamiento de Las Palmas, en los años 70. Y creyéndolo así lo inicio con lo siguiente:
Debo comenzar por recordar que nuestra corporación en el Ayuntamiento de nuestra muy querida ciudad de Las Palmas, la presidía como Alcalde el recordado Fernando Ortiz Wiot, que contribuyó a que viviésemos una época grandiosa, y que añadiría: que también fue esplendorosa.
Como fundamento de toda mi actuación - porque aquí hablo yo de mis experiencias, y no hablo en nombre de otros -, tengo que recordar que entendía y creía que ser político era ser un servidor de la comunidad; y que todo se hacía sin pedir nada a cambio. Y así participé, así actué, de acuerdo a esa idea y vivencia.
Este comportamiento, seguro, ayudó a que la participación ciudadana fuese memorable. Nos veían como personas que queríamos ser honestas y decididas a trabajar para los demás.
Entendí que las Asociaciones de Vecinos eran el mejor medio para canalizar todas las inquietudes y necesidades de los que allí habitábamos por aquellos días.
Yo, entre los once o trece cargos que tuve en el Ayuntamiento, uno de ellos fue el de concejal de este Distrito, el que hoy es el de: Tamaraceite, San Lorenzo y Tenoya. Pero el que me remató fue cuando Fernando, el Alcalde, me hizo coordinador de Distritos, que me condujo a un agotamiento profundo, un surmenage profundo.
En aquel entonces el movimiento vecinal sólo estaba comenzando, y existían sólo las Asociaciones de San Lorenzo y de Lo Blanco, y que en su título inicial figuraba: Asociación Familiar, no de Vecinos.
Y a lo largo de los cuatro años, y un poco más que estuve como concejal, surgieron, creo 23 Asociaciones que crearon, nada menos, que la primera Federación de Asociaciones de Vecinos de España, titulada: “FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL DISTRITO DE SAN LORENZO”. De la que hoy me honro ser su Presidente de Honor, que me hicieron cuando ya me había ido del Ayuntamiento por el agotamiento que mencioné.
No cabe duda, - y fue el fundamento de todo -, que había un pueblo noble, honesto y educado, que deseaba participar en su propia vida e historia.
El sentido natural de participación se desarrolló de manera notoria y ejemplar.
¿Saben cómo tomaban los acuerdos la citada Federación?
Se reunían mensualmente, y cada Asociación exponía sus principales problemas, y de común acuerdo: acordaban apoyar los que se consideraban más urgentes y necesarios, fuese del barrio o de los barrios que fuesen, y así todo el Distrito se ponía al servicio de la solución de los problemas que planteaba la Federación.
Y los acuerdos se tomaban por unanimidad.
¿Puede existir mayor participación y honestidad social que esos acuerdos y la forma de tomarlos?
Claro, ser honesto era lo normal. A nadie se le ocurría aprovecharse del cargo, era impensable y sumamente degradante, era tremendamente repudiado el chorizo.
Por supuesto, el cimiento de todo aquel magnífico y ejemplar actuar social estaba basado en dos principios: la participación y la honestidad.
Tengo que añadir, porque es algo muy importante para mí, que cuando salí del Ayuntamiento era más persona. Mi trabajo en el Ayuntamiento me ayudó a mejorarme, y esto se lo debo al tiempo que estuve allí y tengo un agradecimiento eterno a esa oportunidad de trabajar para los intereses de nuestra querida ciudad.
Desde que salí he intentado ser consecuente con lo que aprendí, pretendiendo ser un ciudadano íntegro y comportándome lo mejor posible, así como ser merecedor de esa Presidencia de Honor.
Querer a nuestros conciudadanos y a nuestra ciudad, es muy fácil. Ya sólo con desearlo se está queriendo.
Espero que mis vivencias y mis experiencias sirva a los demás, al menos, tanto como me sirvieron a mí, y con ello conseguiré seguir cooperando al bien de nuestro pueblo, porque una de las maneras de ser feliz, es ser un buen ciudadano.
Y se movieron montañas.

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