Quienes opinan diferente.

Por: Luis C. García Correa y Gómez
He tenido la suerte de vivir épocas muy diferentes. En todas, he tratado a personas que tenían opiniones distintas a las mías.
A veces, algunos, han elevado sus opiniones a la categoría de dogmas. Y han considerado que las opiniones de los demás estaban totalmente equivocadas.
Utilizamos con gran recurrencia las palabras "democracia" y "libertad". ¿Las vivimos plenamente? ¿Cuál es su verdadero sentido?
Una de las concreciones de la libertad es la libre exposición de las opiniones.
Poder opinar no significa tener la razón.
Puedo opinar que el color rojo es feo. Mi disgusto no es la verdad.
Decir “no me gusta", o, "no estoy de acuerdo”, no me acerca a la verdad ni a la mentira.
La opinión que no se fundamenta con argumentos no es racional.
Limitarse a afirmar "no creo en Dios", o "no creo en tal idea" y no ofrecer argumentos es insuficiente.
Dar una opinión razonada es dar fundamento a las propias creencias. Entre el "pienso que esto es lo correcto por esta razón", y el "esto no es verdad porque no me lo creo" hay una gran diferencia.
Creo que para opinar hay que ser honesto, o tratar de serlo.
Creer exige un plus de honestidad.
Se puede opinar diferente.
Para mí no es honesto atacar por no pensar igual que otros.
Las creencias y las opiniones honestas merecen ser respetadas, se esté a favor o en contra.
Es fácil decir que no estoy de acuerdo y no tener argumentos. Pero no es educado y es muy poco honesto. En especial cuando estas palabras se pronuncian desde la oscuridad del anonimato.
No basta decir que no o que sí. Cuando uno quiere decir su opinión hay que fundamentarlo, con argumentos ciertos, no imaginados. Y siempre respetando las verdades de otros.
La libertad sin respeto, no es libertad.
No cabe la menor duda de que hay muchas opiniones en la calle. Algunos las copian sin argumentos.
Muchos opinamos con frecuencia. Siempre pretendo que mis opiniones sean honestas. Puedo estar equivocado, por lo que ruego me lo hagan saber. Me harán un gran favor. Quienes me ayuden, se harán un gran favor y nos lo harán a todos.
Opinar honestamente y con argumentos es una necesidad a la que apelo con urgencia.
Gracias por haberme leído. Espero su opinión honesta y argumentada, para bien de todos, y con los mejores deseos que Padre Dios nos bendiga, a todos.

Comentarios

Sergio Naranjo ha dicho que…
Estimado don Luis:

He estado un par de días rumiando esa invitación que usted hace a realizar un comentario a su artículo. En principio me pareció evidente y pensé que no había nada que comentar. Pero al paso de un par de días he visto que tiene, al momento de escribir esto, tres votos en contra. Y me pregunto: ¿Qué puede usted haber dicho para tener esos números? ¿Prejuicios de alguien que le conoce y le juzga sin pararse a valorar lo que escribe? ¿El que nombre usted a Dios y en su Nombre les desee lo mejor? Allí fue que me animé.
Vivimos la época del Reduccionismo, don Luis. “Si esto me gusta es bueno. Si no, es malo.” Sólo porque me guste. Juzgamos la Historia completa a la luz de las opiniones actuales; no nos ponemos nunca en el lugar del otro; no sabemos distinguir la causa general de la particular. La serenidad no forma parte de análisis alguno, y escriba usted lo que quiera que quien no esté de acuerdo con sus posturas lo fulminará como un rayo. Usted cree en Dios, y pensando que se habla de lo mejor posible, desea usted lo mejor posible a los demás en el nombre de Aquél. Pero si un lector suyo (si es que leyó su escrito y no se limitó a pinchar en una opción) no cree en Dios, allá que va y le descalifica de sopetón. No importa su intención, priman las ideas de los otros, maximalistas, antepuestas a la buena voluntad que usted expresa. Simplemente miserable.
Yo mismo acabo de leer dos libros últimamente porque deseaba tener dos enfoques de una misma cuestión: El cristianismo histórico frente al mensaje de Jesús. Uno de ellos se llama “Jesús, el judío”, de César Vidal. El otro es “Milenio”, de Tom Holland. Ambos los elegí por su rigor, por su aportación de datos y porque los autores se emplean a fondo en sus opiniones. Claro que hay quien le pone fallos de todo tipo a esos libros, pero suelen ser prejuicios, otra vez. Sin embargo, su lectura es muy recomendable, muy especialmente la verdadera erudición de Vidal, que le recomiendo, si no lo ha leído ya, muy encarecidamente. Y los datos históricos facilitados son todo un artículo de Enciclopedia.
Y así llego al final de mi relato. He leído, he comparado y tengo mi opinión. No insulto a nadie porque esos libros les gusten o no; o porque su temática resulte o no de su interés. Pero no admito la verborrea facilona del insulto, y menos de quienes se escudan cobardemente en un posible anonimato. A esos, ni caso. La tierra del sembrador tiene piedras y cizaña. Pero no por ello se deja de sembrar. De igual manera le animo a que siga usted expresándose. Y deseando lo mejor a los demás, aunque lo haga usted en nombre de Aquel a quienes otros no crean. A mí, por lo menos, lo que me importa es saber que alguien me desea buen día. Como yo a usted.

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