Mi maravillosa época de Concejal

Por: Luis C. García Correa y Gómez
No sé el tiempo que me queda de vida, teóricamente no mucho. Necesito, y por obligación, transmitir mi experiencia y vivencias, para ello empezaré a publicar los martes y viernes.
Estas Redes tienen la ventaja que para un pesado basta pasar de él. Ruego disculpas si lo soy, no es mi deseo.



Fuimos la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que hicimos la transición de la dictadura a la democracia, en los años 70 (del siglo pasado).
         Contribuimos, directamente con el pueblo, a un tránsito no sólo pacífico sino productivo y muy participativo.
         Entendimos, claramente, -sin la menor duda y con hechos- el ser político era servir a la comunidad y sin pedir nada a cambio.
         Había ansias de participar. La dictadura no había hecho desaparecer ese deseo y esa responsabilidad. Esto me ayudó a que entendiesen el mensaje que siempre dije en los barrios: no puedo ir casa por casa para enterarme de las necesidades que tienen, únanse, acuérdenlo de común e infórmenme.
         Lo entendieron y se fundaron, a lo largo de mis cuatro años de concejal,  21 Asociaciones de Vecinos. Había dos en sus inicios, en total fueron 23.
         Pero esto no fue todo, se fundó la Primera Federación De Asociaciones De Vecinos De España.
         Un trabajo maravilloso, reconfortante y, como siempre digo, salí del Ayuntamiento siendo más persona. Algo que agradeceré eternamente.
         Me limité a trabajar por las reivindicaciones de los barrios y su Federación.
         ¿Cómo voy a trabajar para solucionar los problemas de los demás sin preguntar primero cuáles son? ¿Cómo puedo saber los problemas de los demás si no me los dicen?
         Nadie conoce mejor los problemas que quienes los viven. Sólo alguien que tenga ciencia infusa, sea deshonesto o pretencioso, se creerá conocedor de  los problemas de los demás sin haberlos preguntado.
         Por supuesto, había una Corporación genial y honesta, que nos ayudamos. Los últimos presupuestos municipales, -siendo concejal-, los consensuamos con las Asociaciones.
        Tuve experiencias dignas de recordar a perpetuidad. Un barrio no tenía acceso para vehículos. El Ayuntamiento los asesoró técnicamente y les ayudó en lo que pudo, ellos, cuando salían del trabajo, se quitaban la americana y construyeron el acceso.  Así podría contar hechos dignos de un gran pueblo participativo, honesto y comunitario, que unidos solucionaron sus problemas.
Esto sirve para todas las épocas, no sólo para aquella, ahora son otros problemas y otras soluciones, pero siempre la honestidad, la participación y la solidaridad son absolutamente necesarias para solucionar todos los problemas.
        Siempre digo y repetiré que cuando salí del Ayuntamiento (me tuve que ir por un agotamiento)  era más persona. Eso se lo debo a perpetuidad.
         Esa fue la maravillosa experiencia de los efectos contundente de la participación.
         La participación es la solución.
         Espero que mi experiencia sirva para, al menos, recordarla. Yo la llevo en mi mente y mi corazón hasta que Padre Dios me llame a la eternidad.

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