La Justicia la Misericordia y la Fidelidad

Por: Luis C. García Correa y Gómez

Son deberes esenciales que todos debemos cumplir.
La hipocresía es una forma de faltar a esos deberes.
La virtud de la justicia se fundamenta en la intocable dignidad de la persona humana, que, para los creyentes, es: creada a imagen y semejanza de Padre Dios, y destinada a una felicidad eterna.
Los humanos nos merecemos un respeto total, con un ordenamiento justo de leyes civiles. Los católicos nos debemos unir a aquellas leyes que defiendan el derecho a la vida, entre otros.
A diario se nos presentan ocasiones para ser justos. Y por eso debemos emitir, cuando no queda otro remedio, juicios sobre otros, cuidando exquisitamente, de las palabras por el daño que se puede causar, desprestigiando o acusando de algo falso, en ese caso sería calumnia.
Todos tenemos que ser justos de palabra, de obra y de pensamiento, con todos.
Vivir la justicia es ir más allá del mero hecho de no causar daño, es traducirlo en oraciones y obras por los creyentes, y los no creyentes en obras y ofrecimientos con obras, como puede ser hacerle pasar un buen rato, un rato feliz.
Con esos comportamientos remediamos males, eliminando injustas situaciones, y creamos el ambiente necesario y exigente para que llegue la justicia a todos.
Cada persona debe plantearse cómo vive la justicia en sus circunstancias  normales: en la familia, en el trabajo, con los amigos, en las distintas asociaciones. En general ¿Cómo vivo personalmente la justicia con cada uno individualmente, y cómo me esfuerzo para que se viva la justicia en la comunidad?
La justicia no debe limitarse a serlo en el aspecto económico de sueldo justos;  es más, debe actuar en todos aspectos de un ser humano, respeto a la vida y sus circunstancias, tales como el trabajo, la familia, etc.
También acerca del respeto al ambiente de la vida social, a la felicidad, a la verdad, a la laboriosidad, en especial a la honestidad.
La calumnia, la maledicencia, y la murmuración son  injusticias.
El Apóstol Santiago dijo de la lengua que es “un mundo entero de maldad”           .
Todos tenemos la obligación de defender la justicia,  exigirla y practicarla. Comenzando por los más cercanos y luego los lejanos.
Somos justos cuando damos a cada uno lo suyo.
El orden económico no debe concebirse como un orden independiente y soberano, sino sometido a los principios superiores de la justicia social y particular, corrigiendo los defectos y deficiencias de la vida económica, teniendo muy en cuenta la dignidad de la persona.
La justicia social exige, también, considerar al trabajador,  no como una mercancía, sino un ser cargado de valores trascendentales.
Tanto  el trabajador, como el empresario, han de ser justos, y por la honestidad, ir más allá de la norma.
Un gran aspecto de la justicia es crear y dar trabajo a toda persona honesta, que desea trabajar. El paro es una lacra personal, familiar y social, que hay que desterrar.
El que trabaje cumple con la justicia, cuando hace su labor con el mayor esmero y competitividad.
El empresario cumpla con la justicia, haciendo su labor con justicia distributiva con el mayor esmero, y procurando que cada uno ocupe el puesto que le corresponde por su capacidad y competencia, lo que hará que el resultado sea bueno y se mejore la competitividad.
Los estudiantes han de estudiar, para no faltar a la justicia pues la sociedad prima su situación mediante ayuda en los presupuestos y las becas para que lleguen a ser buenos y honestos profesionales. Y así todo ser humano debe trabajar con esfuerzo para no faltar a la justicia.
Con frecuencia deberíamos examinarnos para vivir, ante Dios y ante los hombres; para ver como cumplimos  los deberes hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Viviendo los deberes de la justicia, viviremos la misericordia y la fidelidad en todos los actos, pactos y promesas, y la consecuencia será una vida personal, familiar y social honesta, feliz, y podremos los medios para hacer un mundo en el que se viva más felizmente, por nuestro justo proceder.

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