Vivir en el recuerdo

Por: Luis C. García Correa y Gómez

Haber sido amado y haber amado, -que es lo mismo-, es una de las maravillosas vivencias que depara la vida humana.
El poder de la mente es tan grande que contribuye y consigue mantener – aunque sea latente. – el amor vivido, y con sus recuerdos puede endulzar las amarguras de la soledad.
Solía decir, refiriéndome a mi soledad: “si me quieren castigar, déjenme solo”.
No he aprendido a vivir solo, pero sí he conseguido compartir mi soledad.
He aprendido a vivir de añoranza y de recuerdos, y rememorándolos volver a sentir las emociones vividas casi como si fueran la realidad tal como pasó.
Volver a poner en la  imaginación el amor es el gran complemento a la soledad.
Amar es tener ilusiones y compartirlas con el ser querido.
La soledad con buenos recuerdos, -por la ausencia del ser querido-, logra reducir al mínimo el dolor de la ausencia, lo que quizá pasa es que dulcifica la amargura. No es un dolor amargo, más bien podría decirse que es una sensación agridulce, pero no triste.
¡Gracias, Padre Dios por haberme dado fe! ¡Cuánto me ayudas!
A quien no tenga Dios, le aconsejo;  - si Dios mismo me lo permite: buscarlo o inventarlo.
Al vivir en el recuerdo, con añoranza, sólo he encontrado alivio en la fe.
Padre Dios, tu amor, correspondido por el mío, me ayudan a vivir con ilusiones, aún en la soledad, y aún sin  la presencia del ser querido, sin sus caricias ni sus susurros, y sin su apoyo.
La soledad no debe ser razón o causa del olvido.
Se olvida cuando no se ha querido o no se quiere.
Cuando hay amor jamás se olvida.
¿Y todo esto a qué viene?
A recomendar, con toda humildad y cariño: “seres que se quieren, quiéranse más”.
No desaprovechen ocasión de amarse, de decirlo y de repetirlo. No desaprovechen las vivencias del amor y sus consecuencias.
Potencien y eleven, en la medida de las posibilidades, el amor y sus momentos más destacados.
No dejen para después la caricia, la palabra, el gesto, todo aquello que sea manifestación y demostración de cariño entrambos.
Y vayan guardando esas vivencias  en la memoria del amor, que es el alma, en la que se guarda todo lo que de más grandioso tiene le vida de la mujer y el hombre.
Fortalezcan los cimientos del edificio que los amantes van construyendo, para cuando les llegue la muerte y la ausencia del ser querido, no se resquebraje o se sienta el edificio, por estar bien cimentado en vivencias y recuerdos.
Busquen mucho el amor de Padre Dios y de su Madre. Quiero decirles que debemos rezar mucho: eso nos ayudará poderosamente, aunque me haya quedado sólo, y sin el ser que tanto he querido.
El rezo me ayuda a no estar solo, me dulcifica la ausencia, y la fe me ayuda a confortarme.
Sigo estando solo, pero sin amarguras, sólo un amago de la tristeza y el vacío de la soledad, que me acompañarán hasta el último día de mi vida terrenal.
Quiéranse mucho, no desperdicien ocasión, -no suelen repetirse las mismas circunstancias.
No hay mayor felicidad que amar y ser amado.
Vivan hoy con el amor y mañana con el recuerdo. Pero siempre amando.
 

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