¿Cómo vivir la última etapa de la vida?

Por Luis C. García Correa
La última etapa de la vida es la más importante. Debe ser la más creativa y participativa. La más solidaria.
Es el momento de rectificar, haciendo una vida más dedicada y amando a Padre Dios y a los demás.
La sabiduría se incrementa con los años.
Se es sabio por ser viejo. Pero no se es viejo por ser sabio.
Vivir con iniciativa ("proactivamente" dicen ahora) e intentando hacer el bien, da una fortaleza que rejuvenece y fortalece la mente, el espíritu y el cuerpo. Tonifica todas las dimensiones de la existencia.
Tenemos poderes que no conocemos. De otros sí somos conscientes. Y hay otros que los dejamos de vivir.
Mi experiencia y mi conciencia me dictan y me ordenan informar sobre el enorme provecho que se le debe sacar a la última etapa de la vida.
Es tan importante, que inclina la balanza hacia el bien, o hacia el mal. También puede llevar a un anodino y miserable comportamiento propio de pasotas o de individualistas. Hay quienes todavía lo empeoran: ni hacen, ni dejan hacer.
El no hacer nada. “La dolce far niente” (dulce no hacer nada. Indolencia, agradable holganza).
Una vez escuché a alguien “que con la jubilación se había ganado el derecho a no hacer nada”. Ni entiendo ni creo que exista ese derecho.
Es cierto que habré ganado el derecho a cobrar una paga. Pero continuaré teniendo la obligación de ser útil a la familia, a los amigos, a la comunidad y a mí mismo. Desplegar una vida de participación activa en la búsqueda del bien, para los demás, y para sí mismo.
Bien que fortalece la actividad.
Bien que ayuda, de forma exponencial, al bien que se puede y se debe hacer.
Bien que permite llenar la vida de contenido. Llenarla de felicidad, que uno puede repartir. Y esto incrementa la propia libertad.
Jamás "no hacer nada".
“Obras son amores y no buenas razones”. Este refrán es válido en la juventud, en la madurez y ... en la última etapa de la vida.

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